Crecer con padres
separados
Primera edición en esta colección: septiembre de 2014
© Paulino Castells, 2014
© del prólogo, Gustavo Girard, 2014
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2014
Plataforma Editorial
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ISBN: 978-84-16096-69-5
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«El fracaso de la pareja conyugal no tiene por qué obstaculizar el triunfo de la pareja parental».
GÉRARD POUSSIN y ANNE LAMY,
en la introducción de Custodia compartida (2004)
«Al niño que sueña con ilusión la reconciliación de sus padres y al despertar les perdona que sigan separados».
PAULINO CASTELLS,
en la dedicatoria de Separación y divorcio (1993)
En una sociedad cada vez más cambiante, y que a diario nos presenta nuevos desafíos, el divorcio, la separación o la ruptura de la pareja parental, si bien no es un hecho nuevo, representa un sistema complejo que requiere de una atención especial.
Aunque los divorcios y las separaciones siempre han existido, alcanzan en la actualidad una frecuencia tal que requieren de un estudio detallado. Esto lo plantea con toda claridad el doctor Paulino Castells al comienzo de su libro.
Si todos estamos de acuerdo en la necesidad de estar preparados para el parto, el ejercicio responsable de la sexualidad, la educación de los hijos, la prevención de un abuso indebido de drogas y otras adicciones, qué mejor que una obra de esta naturaleza para ayudar a los padres y a las familias que atraviesan la situación de ruptura del vínculo matrimonial.
Dado que no hay dos divorcios iguales, quienes estén involucrados en este proceso deben ser conscientes –que es más que darse cuenta– de que requieren una particular atención de todos los pasos y acciones que emprendan.
Esta toma de conciencia debe ser seguida de un importante trabajo interior en el que se reconozcan las dificultades e imponderables de este proceso. Para aquellas personas que están pasando por dicho proceso, esta obra de lectura fácil, pero también profunda, puede convertirse en una herramienta de indudable valor. El pensar en los hijos como eje exige sin duda un cierto sacrificio por parte de los padres, pero nunca una inmolación, que no solo sería injusta para ellos, sino también totalmente contraproducente para los hijos.
El doctor Paulino Castells, con su amplia experiencia profesional, nos presenta la complejidad de esta situación con claridad y simpleza, lo cual no implica en absoluto superficialidad. Evita asimismo caer en fáciles generalizaciones y pone especial cuidado en no realizar enjuiciamientos temerarios, sin por ello banalizar la importancia que tiene la ruptura de un matrimonio.
Debido a su gran experiencia, el autor coloca acertadamente el límite entre lo general y lo particular. Son muy pocas las veces que formula con claridad y fuerza consejos vigorosos y determinantes, y cuando lo hace no cabe duda del camino que se ha de seguir. No obstante, en la mayoría de los casos se abstiene de dar consejos y va orientando con maestría a todos los involucrados en esta compleja situación con el fin de encontrar per se las respuestas adecuadas. Se genera de esta manera un ejercicio docente que podría calificar de magistral. El sinnúmero de variables puestas en juego es identificado y enumerado, sin por ello perder la razón de ser de esta obra: pensar en los hijos.
GUSTAVO GIRARD
Buenos Aires, febrero de 2014
Estamos ante un espectacular empate sin precedentes en España: por cada relación de pareja que se crea, otra se rompe (tendencia desde 2010).
Se calcula que en Europa se rompe un matrimonio cada treinta segundos. Un poco más lentos vamos en España: se produce una ruptura cada 3,5 minutos. Aquí, en 2012, se rompieron 127.362, lo que venía a ser casi 350 rupturas diarias. Se repartieron entre 120.056 divorcios (el 94% de las rupturas), 7.142 separaciones (ya solo representan el 6% de todas las rupturas, porque el divorcio exprés tiene más atractivo) y 164 nulidades (las que otorga la Iglesia no llegan al 1%).
Según datos del Consejo General del Poder Judicial, en España, en 2012, a pesar de la crisis económica –que en un principio parecía que iba a frenar los divorcios– y de la reducción del número de personas que accede a matrimoniar, el número de rupturas familiares ha crecido en más de 2.660 con respecto a 2011. Y el problema añadido a estas situaciones de disolución de la vida en común es que cuatro de cada diez se hacen sin acuerdo (hay quien lo atribuye a la consecuencia negativa del divorcio exprés). El pasado 2012, por ejemplo, las separaciones conflictivas representaron el 41% del total.
A lo largo de mi ejercicio profesional –que ya supera las cuatro décadas– como médico psiquiatra atendiendo a niños y a sus familias, me he encontrado con multitud de casos de separaciones. Las he visto de todos los colores. Desde las muy civilizadas hasta las muy turbulentas. He sido testigo de miradas brutales de odio entre adultos que, seguramente, unos años antes se cogían tiernamente las manos y se miraban embelesados. He oído tremendas sentencias de muerte en boca de cónyuges que se sentían traicionados y deseaban lo peor para la que otrora fue su admirada pareja. He visto rostros de pánico en niños con solo mencionar la posibilidad de que se excluyera a un padre de su vida… Y a todo esto me gustaría ponerle remedio o, como mínimo, mitigar estos peliagudos acontecimientos. ¿Es eso posible? Puedo contestarle con un contundente y categórico: sí.
La capacidad de comprender las situaciones, por escabrosas que sean, de ver las cosas con otras perspectivas no tan negativas, de saber perdonar –aunque la persona depositaria de este perdón no lo merezca–, de saber gestionar adecuadamente el tiempo con los hijos…, todo ello es factible si se les sabe explicar a los padres cómo hacerlo y hay una buena disposición por su parte de escuchar, porque quieren educar bien a sus hijos.
Solo hay un requisito que considero fundamental para llevar las cosas a buen término: la sincera voluntad de ambos padres de evitar todo daño posible a sus hijos, o si se puede que no sufran ninguno. Pues ya lo sabe. Y si usted no está plenamente convencido, porque tiene otras ideas en mente o está obcecado con otras prioridades, créame: devuelva este libro a la estantería donde lo encontró o pida que le devuelvan su importe. Ahora no va a sacarle partido.
Pero si está decidido a salir de la tormenta de preocupaciones en que se encuentra como coprotagonista de esta turbulenta situación de ruptura –que quizá usted mismo ha provocado, o ha iniciado, o se la ha encontrado servida–, y además se ve con ganas de no pensar reiterativamente solo en sí mismo (o en el otro cónyuge) y en lo desgraciado que es uno (o en lo culpable que es el otro), para así poder dedicar su potencial mental y emocional a intentar educar bien a sus hijos, probablemente este es el libro que usted necesita.
Por último, quiero agradecer la colaboración de mi buen amigo Gustavo Girard, eficaz pediatra argentino, exprofesor de la primera cátedra de Pediatría de la Universidad de Buenos Aires, gran especialista en adolescencia y que conoce muy de cerca la problemática de los padres separados, que ha tenido la amabilidad de prologar este libro.
El autor
NOTA: Aunque sé que lo políticamente correcto es personalizar en el texto hombre, mujer, esposo, esposa, padre, madre, hijo, hija, etc., a lo largo del libro, para agilizar la lectura, he decidido utilizar únicamente el género masculino –tómese aquí como neutro–, de tal manera que cuando escribo él/ellos, niño/s, hijo/s, padre/s o esposo/s, me estoy refiriendo a los dos sexos; cuando quiera especificar alguna característica diferencial con relación al sexo, escribiré claramente ella o él, ellos o ellas, hijas o madres, esposa o esposo, etcétera.