Imagen de portada: Catorce mil hombres acompañaron a Saturnino Cedillo
en su campaña contra el general Escobar, 23 de junio, 1929
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Fotografía: A. Escobar. Colección: Carlos Martínez Assad.

 

Coordinación, investigación fotográfica y edición: Carlos Martínez Assad
Diseño de interiores y portada: David Maawad
Retoque de imágenes: Cecilia Guerrero
Lectura y corrección: Adriana Cataño Vergara

EL CAMINO DE LA REBELIÓN DEL GENERAL SATURNINO CEDILLO

© 2010, Carlos Martínez Assad

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Primera edición en libro electrónico: septiembre, 2012

eISBN: 978-607-400-472-4

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Libro convertido a eBook por:

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Presentación

CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

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El general Saturnino Cedillo lee un diario nacional cuando en pleno levantamiento armado, se encontraba en un lugar de la serranía potosina, mayo de 1938.
Colección: Archivo General de la Nación.
Fondo: Díaz, Delgado y García (agn/ddg).

Contaba don Rubén Bonifaz Nuño que en la secundaria 10, en Mixcoac, en la ciudad de México, donde él estudiaba siendo joven, cantaban con la música del “Corrido del agrarista” la estrofa que decía:

Soy un pobre cedillista

que me quieren fusilar

por traidor al presidente,

por no quererlo ayudar.

Debían ser los últimos años de la década que culminaba con la expropiación petrolera y la rebelión del general Saturnino Cedillo, que comenzó en mayo de 1938 y terminó con su muerte, en circunstancias poco verosímiles, en enero de 1939. Desde entonces, como se demuestra con esos versos que entonaban alumnos de secundaria, el movimiento que encabezó debía ser desacreditado. Había muchos argumentos para sustentarlo: su reparto agrario en pequeñas propiedades enmarcadas en colonias agrícolas militares, en contraposición con el ejido que promovía el gobierno; su oposición a la expropiación petrolera y, sobre todo, la especie que se divulgó de estar apoyado por los países del eje Berlín-Roma-Tokio. Todo se articuló para representar la quinta columna en México.

Los atenuantes también se dieron: Saturnino se levantó en armas junto con sus hermanos Magdaleno y Cleofas en contra de la usurpación de Victoriano Huerta en 1913. Su manifiesto hizo explícito su rechazo a los Reyes, los Díaz, los Orozco, los Terrazas, los Creel, y proclamaba que todas sus tierras y haciendas serían repartidas entre los campesinos que participaran en el movimiento para derrocar a los herederos de la oligarquía. Asimismo, hacía patente su simpatía por Pancho Villa, Emiliano Zapata y, por supuesto, por Francisco I. Madero.

Para el momento de la institucionalización, Saturnino había perdido a sus dos hermanos; él solo dio su apoyo a Álvaro Obregón en el Plan de Agua Prieta; combatió a los disidentes durante la rebelión de Adolfo de la Huerta en 1923; y, pese a ser católico confeso, obedeció al presidente Plutarco Elías Calles y luchó en contra de los cristeros, a quienes infligió un fuerte golpe cuando liquidó a Enrique Gorostieta, el general en jefe del movimiento.

Siguiendo la tradición caciquil del país, mantuvo bajo su control el estado de San Luis Potosí; contaba con el favor del gobierno central, al que, a su vez, le ofrecía el apoyo de su región. Su poder se sustentó en las bases campesinas, a quienes concedió las colonias agrícolas militares en la zona que rodea a Ciudad del Maíz. Esta región limita al norte con Tamaulipas, al este con el municipio de El Naranjo, al sur con el de Alaquines y al oeste con los de Ríoverde, Villa Juárez, Cerritos y Guadalcázar. Se trata de un sitio con una historia antigua; ya en el siglo XVIII, cuando la región fue repoblada por indios pames, se llamó la Purísima Concepción del Valle del Maíz. Desde 1787 pasó a ser propiedad de Felipe Barragán, uno de los mayores terratenientes de la Nueva España, por eso el palacio municipal se estableció en la finca de la Casa Barragueña. Durante la Independencia fue escenario de los combates de Francisco Javier Mina. Entre 1876 y 1910 la familia Díez Gutiérrez, con fuertes intereses económicos y participación en la política estatal, adquirió los terrenos. Allí nacieron varios potosinos destacados: Antonio y Joaquín Arguinzoniz, Carlos Díez Gutiérrez, Juan Barragán, Nereo Rodríguez Barragán y los hermanos Cedillo.

Desde allí Saturnino mantuvo a raya a los ricos de la capital potosina, así como a los trabajadores urbanos. Creyó que su alianza popular y su apoyo a los gobiernos revolucionarios le valdrían para pertenecer a la elite del poder. Consiguió la cartera de Agricultura en dos ocasiones; a la segunda —ya con el presidente Lázaro Cárdenas— llegó tarde porque primero le fue ofrecida al líder tabasqueño Tomás Garrido Canabal, dejándolo de lado y sin compensarle por el gran apoyo que otorgó a Cárdenas para su postulación presidencial. Cuando en junio de 1935 lo hizo parte del gabinete, Cedillo ya albergaba un cierto resentimiento.

Cedillo, campesino al fin —el “general huarache”, le llamó burlonamente José Vasconcelos—, no logró insertarse plenamente en el grupo en el poder y sus características lo hicieron idóneo para hacerlo aparecer como líder de la quinta columna mexicana que representaba los intereses de Alemania e Italia. Fue Vicente Lombardo Toledano quien se encargó de construir esa idea y divulgarla. Tenía una fuerza enorme entre el sector obrero —gremio al que Cedillo no le concedió importancia en San Luis Potosí— y fue secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), cuando surgió como una organización de avanzada que brindó su respaldo al gobierno cardenista.

Con tino para entender la época, Lombardo fue un crítico contumaz del avance del nacionalsocialismo en Europa, y fue apoyado por un amplio espectro de la izquierda, incluido el Partido Comunista Mexicano. Participó en las conferencias en Bellas Artes donde hacían escarnio de Hitler y que reunían, además de los mexicanos, a exiliados judíos que habían llegado al país debido a la persecución en Europa.

El presidente Lázaro Cárdenas, buscando el equilibrio entre Francisco J. Múgica y Saturnino Cedillo, ca. 1936. Colección: Archivo de la Familia Sánchez Gascón (AFSG).

El secretario de Agricultura no podía encontrarse a gusto en ese ambiente, máxime cuando estaba en desacuerdo con el mismo presidente por el rumbo que le daba a la reforma agraria, en especial a la vía ejidal y más adelante al ejido colectivo, que no comprendió a cabalidad. Para entender el desprecio que le profesaban los ricos potosinos, en una ocasión le pregunté a uno de ellos cuán grande era la hacienda de Cedillo. Mi pregunta fue corregida de inmediato cuando en tono despectivo me respondió: “Su propiedad ni a rancho llegaba”.

Varios elementos intervinieron para idear este libro que reúne a los autores que, haciendo frente al desafío de investigar a un personaje colocado por la historia oficial en el nicho de “los traidores”, nos acercamos para conocer sus objetivos y caracterizar el movimiento que encabezó y que culminó con la última rebelión armada en el país. Una rebelión armada se entiende como tal cuando un grupo se propone derrocar al gobierno y por lo general cuenta con el equipo porque está o estuvo vinculado con el ejército. Y este último responde igualmente con las armas en defensa del Estado. En la práctica las tropas de Cedillo habían sido pertrechadas de manera espontánea, al principio, por el Estado cuando lo necesitó. Ya en diferentes ocasiones, como sucedió con los otros ejércitos revolucionarios, el de Cedillo había depuesto las armas. El desarme más exitoso fue luego de la rebelión de los generales Francisco Manzo y José Gonzalo Escobar, cuando cerca de 14 mil hombres a caballo entregaron sus fusiles en San Luis Potosí.

El cacique potosino, en tanto secretario de Agricultura del segundo gabinete cardenista, no estuvo de acuerdo con la expropiación de La Laguna, y sólo se enteró del hecho por la prensa. Fue Francisco J. Múgica quien dirigió el proceso, aunque fungía como secretario de Comunicaciones. No era la primera vez que se hacía evidente una tensión entre Cedillo y Cárdenas. El 17 de octubre de 1936, una semana antes de la expropiación de La Laguna que dio posesión provisional a los campesinos sobre 6,582 hectáreas, Cedillo entregó tierras que pertenecían a su rancho de Palomas en San Luis Potosí y que formaban parte del patrimonio que su padre, Amado Cedillo, comenzó a construir en 1905. Resultaba extraña la posición de un secretario de Agricultura al que se le otorga un plazo de 31 días para desalojar tierras de su propiedad.

Los desacuerdos del presidente Cárdenas con el general Cedillo no podían seguir ocultándose, los rumores exacerbaron los ánimos y se le hizo aparecer como el instigador de un complot contra el mandatario. Acorralado y sin grandes luces, se vio obligado a renunciar el 15 de agosto de 1937. La dimisión representó para él un duro golpe que no esperaba, porque había visto cumplidas, al fin, sus aspiraciones de revolucionario al ocupar un cargo nacional de enorme responsabilidad. Para un ranchero potosino debió impresionarle que, en 1936, agasajaba a embajadores y comía en el restaurante Prendes como invitado, junto con el exprimer mandatario Emilio Portes Gil, entonces presidente del Partido Nacional Revolucionario (PNR), por el Bloque Nacional Revolucionario de la cámara de diputados. Los diarios elogiaban su gestión y antes de conocer el juicio posterior del presidente de la República, se calificaba como revolucionaria su labor.

El 18 de marzo del año siguiente, después de un complicado proceso que involucró a las compañías petroleras inglesas y estadunidenses, el presidente expropió el petróleo para México. La respuesta fue de apoyo casi unánime. Entre quienes mostraron su desacuerdo se encontraba Cedillo y así lo hizo saber. Vicente Lombardo Toledano había encabezado, desde años atrás, la acusación —que no se ha logrado probar— de un entendimiento entre Cedillo y las compañías extranjeras e incluso de que estaba en contacto con la Alemania nazi que buscaba el petróleo mexicano. Lo más grave para el país fue que las naciones de las empresas expropiadas se negaron a comprar petróleo. La ruptura de relaciones entre México e Inglaterra causó consternación en el Departamento de Estado estadunidense, no obstante que la Unión Americana contribuyó al boicot al suspender la compra de plata a México, que entonces ascendí a 30 millones de dólares.

Rubén Sánchez Gascón, el segundo de la derecha, encargado de comunicación de la Secretaría de Agricultura, muestra los planos de construcción de casas campesinas, ca. 1936. Colección: AFSG.

Varios elementos se combinaron para hacer de Cedillo un rebelde aliado con las fuerzas conservadoras del país, en contradicción con su pasado como revolucionario combatiente, organizador de las colonias agrícolas militares en San Luis Potosí —asiento de sus milicias que fueron apoyo sustantivo para el gobierno en diferentes momentos críticos— y defensor armado del proceso de institucionalización. Como gobernador arremetió contra la oligarquía local e impulsó en el plano nacional la formación de la Confederación Campesina Mexicana. Además, fue miembro del gabinete cardenista en oposición al callismo, al que también había estado vinculado.

El 18 de mayo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas decidió viajar a San Luis Potosí, debido a los rumores de una concentración de tropas cedillistas. El periodista Fernando Benítez elogió su valor por irse a meter a la cueva del lobo; Salvador Novo lo exhibió al afirmar que para ese día las vías del tren México-San Luis estaban rigurosamente vigiladas y Cedillo se encontraba copado en su casco de Palomas rodeado por un cuerpo del ejército federal.

A pesar de haber formado parte de las fuerzas armadas, Cedillo nunca fue bien visto por el ejército, como lo hacen evidente las dificultades que hubo de sortear para el reconocimiento de su participación en la Revolución mexicana. Ya en la última fase de su vida no aceptó el nombramiento que Cárdenas le ofreciera como jefe de la XXI Zona Militar con cuartel en Michoacán. Era clara la intención de limitar su capacidad de acción al enviarlo al feudo cardenista y resultaba un cargo menor para quien había ocupado un ministerio en dos ocasiones. Prefirió solicitar licencia y logró separarse del ejército nacional el 16 de mayo de 1938. Su expediente en el Archivo de la Defensa apenas deja constancia de su vida como militar y no se ha tenido acceso (¿será posible que no exista?) al expediente de la rebelión que encabezó. Así, mientras gruesos legajos se dedican a la vida de los notables del ejército mexicano, no hay documentación suficiente de quien brindó tantos servicios durante más de veinte años a los gobiernos establecidos.

Condenada su rebelión antes de que aconteciera, son interesantes algunos de los testimonios visuales a los que dimos especial relevancia en este libro. Es excelente el acervo de Enrique Díaz, en resguardo en el Archivo General de la Nación. Incluso la publicación de sus imágenes en Rotofoto, que permitieron ver al rebelde en algún lugar de la sierra potosina cuando el gobierno afirmaba que no había levantamiento alguno, le valió a José Pagés Llergo el cierre de su semanario.

Se une a ese testimonio gráfico, el acervo que Rubén Sánchez Gascón reunió gracias a su cercanía con Cedillo, primero como jefe de redacción del diario Vanguardia, que divulgó el ideario del cedillismo; después, como director del Diario Político del Partido Revolucionario del Centro, que apoyó la candidatura presidencial de Pascual Ortiz Rubio, y, finalmente, como jefe de comunicación de la Secretaría de Agricultura, cuando tuvo ocasión de mantener una fuerte relación con el diario El Nacional, siendo Foto Carrillo quien le proporcionó gran parte de las imágenes. El acceso a su acervo fue posible gracias a su hija Gilda Sánchez Medina, quien rescató del olvido lo que su padre reunió pacientemente y ha mostrado su disposición a donarlo a la biblioteca de la Dirección de Investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Rubén Sánchez Gascón no sólo fue un colaborador cercano del jefe Cedillo, sino que lo ayudó a fijar su posición respecto de los temas conflictivos de entonces, como su rechazo a la educación socialista, y fue su confidente cuando Cárdenas no lo incluyó en el primer gabinete. “Debo decirte que, honradamente, estamos mejor así y nuestros amigos no deben desanimarse, sino muy al contrario deben tener confianza en que las cosas tomarán su debido lugar”, le escribió Cedillo en una carta firmada en Palomas el 30 de diciembre de 1934. Participó en la rebelión y fue quien imprimió el manifiesto en el que el gobierno de San Luis Potosí, encabezado por Mateo Hernández Netro, declaró su soberanía y desconocía al gobierno de Cárdenas. Le contó a su hija Gilda que poco antes de la rebelión habían desaparecido unos gobelinos del palacio de gobierno y la policía los buscaba. Por azar don Rubén fue detenido en un auto y le pidieron abrir la cajuela para corroborar si estaban allí escondidos. En su lugar encontraron ejemplares de la proclama que estaban repartiendo entre los potosinos.

Lázaro Cárdenas flanqueado por Graciano N. Sánchez, a su derecha, y Luis I. Rodríguez, a su izquierda, en el acto fundacional de la Confederación Nacional Campesina cuando Cedillo, quien la impulsó, se encontraba en armas, 1938. Colección: AGN/DDG.

Fue presentado ante Cárdenas, quien lo dejó en libertad, como hizo con otros de los involucrados; sin embargo, decidió ir tras su jefe Cedillo que ya se había adentrado en la región. A Sánchez Gascón se le siguió causa por el delito de rebelión, según consta en un memorando de la Procuraduría de la República del 17 de agosto de 1938. No obstante, Ignacio García Téllez, secretario particular del presidente, se dirigió al licenciado Genaro V. Vázquez, procurador general de la República, para transmitirle, en nombre del general de división Manuel Ávila Camacho, las instrucciones del presidente, “a efecto de que tenga usted la bondad de ayudarlo con sus atenciones”, el 28 de marzo de 1939.

La rebelión concluyó con la muerte de Cedillo, el 11 de enero de ese año. Sus restos se trasladaron con autorización presidencial al lugar de su querencia, Palomas. El presidente Cárdenas mostró benevolencia y reconoció así el arraigo que Cedillo tuvo a una tierra que consideraba resguardo de sus tradiciones y su fe en un país que estaba cambiando.

Vino la segunda guerra mundial y la unidad nacional se hizo aún más necesaria. Cualquier disidencia era inoportuna si había que defender la soberanía nacional.

El presidente Cárdenas acompañado por el secretario de Agricultura, Saturnino Cedillo, agasajados por campesinos, ca. 1936. Colección: AFSG.

Introducción

FRIEDRICH KATZ

La presidencia de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940) fue, sin lugar a dudas, la administración más radical que ha tenido México. Cárdenas distribuyó millones de hectáreas de tierra a cientos de miles de campesinos y, al mismo tiempo, fomentó la formación de sindicatos y estallidos de huelgas de trabajadores en contra de empresas nacionales y extranjeras. Parece una contradicción que el único levantamiento militar opuesto a ese gobierno radical con orientación agraria no lo llevaran a cabo los tradicionales hacendados, sino un líder campesino sobresaliente de la Revolución mexicana que había repartido tierra masivamente en su natal estado de San Luis Potosí. Él fue Saturnino Cedillo. Su alzamiento tuvo lugar poco tiempo después de que Cárdenas nacionalizara los bienes de las compañías petroleras extranjeras, y por muchos años se ha dicho que estuvo infiltrado por estas empresas y por la Alemania nazi. El objetivo de este libro de cuatro historiadores sobresalientes con un profundo conocimiento de la historia y condiciones sociales de San Luis Potosí es analizar las razones de esta rebelión y contribuir al estudio de la historia del movimiento campesino dominado por Cedillo en San Luis Potosí.

En sus ensayos, Dudley Ankerson y Romana Falcón describen y examinan la larga carrera revolucionaria de Cedillo, su ideología, sus vínculos con las clases populares de San Luis Potosí y con los sucesivos gobiernos nacionalistas de México.

A diferencia de Pascual Orozco en Chihuahua o Emiliano Zapata en Morelos, Cedillo no provino del estrato más bajo de la sociedad agraria. Su familia poseía un pequeño rancho y un modesto negocio. No participó en la revolución de Madero, como Orozco, Zapata o Pancho Villa, aunque sí lo tenía planeado. De hecho su primera actividad revolucionaria tuvo lugar en 1912 en contra del propio Madero. Su levantamiento estuvo fuertemente inspirado por el movimiento zapatista en Morelos y por los escritos de otro revolucionario de Tamaulipas, Alberto Carrera Torres, quien abogaba por un programa radical de distribución de la tierra. Durante este alzamiento, Cedillo estuvo acompañado por varios de sus hermanos, y fue provocado por las represalias que la administración de Madero, que había girado drásticamente hacia una postura más conservadora, tomó contra una huelga de comuneros en San Luis Potosí. Cuando Huerta llegó al poder en México y estableció una dictadura militar, los hermanos Cedillo participaron en un amplio movimiento en su contra dirigido por Venustiano Carranza. Más adelante, Emiliano Zapata y Pancho Villa, los dirigentes más radicales de esa rebelión, se opusieron a su antiguo dirigente, y los hermanos Cedillo no dudaron en unírseles.

Cárdenas en una concentración con campesinos, ca. 1936. Colección: AFSG.

Ideológicamente, Cedillo tenía mucho en común con Pancho Villa. En una conversación con el corresponsal estadunidense John Reed, Villa le comentó:

Cuando la nueva república se establezca nunca más habrá ejército en México. Los ejércitos son la principal base de la tiranía. No puede existir un dictador sin un ejército.

Pondremos al ejército a trabajar en todas las partes de la república; estableceremos colonias militares compuestas por los veteranos de la Revolución. El estado les dará concesión sobre tierras agrícolas y establecerá grandes empresas industriales para darles trabajo. Trabajarán tres días a la semana, y trabajarán arduamente, ya que el trabajo honesto es más importante que pelear, y únicamente el trabajo honesto hace buenos ciudadanos. Y los otros tres días recibirán capacitación militar y saldrán a enseñarle a toda la gente a pelear.

Villa nunca tuvo la posibilidad de fundar ese tipo de colonias en Chihuahua. En contraste, Cedillo sí lo hizo en muchos poblados de San Luis Potosí. Al igual que Villa, Cedillo creía que la propiedad privada, y no la propiedad colectiva, debía ser la base de la reforma agraria. Al igual que Villa, no creía en una organización política, sino más bien en una relación personal clientelista con sus seguidores. Al igual que Villa, su orientación era regional, con particular interés en su estado natal. Al igual que Villa y Zapata, Cedillo no hizo la paz con Carranza y continuó su lucha contra sus fuerzas con cada vez menos posibilidades de triunfar. Al igual que Villa y los remanentes del movimiento zapatista, sí hizo la paz con el gobierno que se formó después de la rebelión de Agua Prieta en contra de Carranza. A diferencia de Villa, Cedillo se convirtió en un seguidor activo de la dinastía sonorense encabezada por Obregón y posteriormente por Calles. Sus colonos militares lo secundaron en sus luchas contra líderes militares rebeldes dirigidos primero por Adolfo de la Huerta y después por Gonzalo Escobar. Cedillo también asistió a Calles en su lucha contra el movimiento cristero, aunque no era anticlerical. En un principio había ayudado a Lázaro Cárdenas y se convirtió en su secretario de Agricultura. En el rompimiento con Calles, Cedillo apoyó a Lázaro Cárdenas.

¿Por qué entonces el rompimiento final y por qué el levantamiento? Ésta es la pregunta que tres de los autores tratan con gran detalle. Dudley Ankerson y Romana Falcón muestran, en primer lugar, que aunque los dos eran reformistas agrarios, su concepto de reforma era muy diferente. Cedillo no creía en el ejido, sino más bien en la propiedad privada. Igual de importante era la oposición de Cedillo al anticlericalismo de gran parte del movimiento de Cárdenas, como se ejemplifica en la educación socialista. Más que nada, Cedillo deseaba continuar mandando en su estado de la misma forma que lo había hecho desde los años veinte del siglo pasado, a través del control de sus seguidores armados —una especie de ejército privado— y de una relación personal con sus adeptos. Rechazaba el control centralizado de la administración de Cárdenas, y se oponía aún más al movimiento obrero radical dirigido por Vicente Lombardo Toledano, quien empezó a organizar a trabajadores en San Luis Potosí para crear una base alterna de poder en esa entidad.

El embajador de Estados Unidos en México, Josephus Daniels, al centro, con Cedillo, ca. 1936. Colección: AFSG.

¿Acaso buscó y obtuvo apoyo de movimientos externos que se oponían a Cárdenas? En su detallado análisis del supuesto aval extranjero a Cedillo, tanto de compañías petroleras como del Tercer Reich de Hitler, Carlos Martínez Assad llega a la conclusión de que no existía tal. La administración de Roosevelt respaldaba fuertemente a Cárdenas, pues el presidente estadunidense estaba convencido de que podía contar con el auxilio de la administración de Cárdenas, con su firme actitud antifascista, en caso de que hubiera un conflicto armado con la Alemania nazi, el cual se vislumbraba en el horizonte. Las compañías petroleras sentían que Cedillo era demasiado débil para representar una seria amenaza a Cárdenas. La actitud del embajador de Hitler en México fue claramente descrita en su diario:

Después de todo, para los intereses alemanes en México se plantea un singular dilema —escribía el embajador nazi en su diario personal—, un movimiento dirigido contra los radicales de izquierda o incluso contra las excrecencias comunistas, y por lo tanto orientado a derrocar al gobierno, como se había augurado una y otra vez en el transcurso de los años de que se informa; a tal movimiento por sí solo nosotros podríamos dar la mejor bienvenida; pero por otro lado, es de temer que tras de ese movimiento se hallen intereses que actúen a favor del fortalecimiento de la influencia estadunidense en tal forma que, en lugar de la intranquilidad y desorden mexicanos —que para nosotros en todo caso no tendrían repercusiones desfavorables en lo económico—, vendrían la tranquilidad y el orden estadunidenses, cuyo próximo objetivo podría ser suprimir, o por lo menos dificultar, la competencia alemana. Por eso sólo podemos ver con desconfianza un vuelco de la situación política interna de México por la vía de la violencia.*

Despojado de apoyo extranjero, ¿qué provocó que Cedillo tomara la decisión fatídica de declinar la oferta de Cárdenas del comando militar en Michoacán y, en lugar de eso, levantarse en armas contra el gobierno más poderoso que México había tenido desde el inicio de la Revolución? ¿Basó su decisión en un sentido de honor y en su sentimiento de obligación hacia sus seguidores de San Luis Potosí? ¿Acaso deseó que los conservadores en México, como Almazán, se rebelaran junto con él contra Cárdenas? ¿Acaso creía que podría resistir a Cárdenas de la misma manera en la que resistió a Carranza por tantos años, y después obtener mejores condiciones de un futuro presidente? ¿Acaso Cárdenas dio finalmente la orden de matar a Cedillo o fue el acto de un subordinado? Estas preguntas son extensamente examinadas en este libro.

Durante muchos años, Cedillo estuvo condenado al ostracismo en la historia oficial de la Revolución mexicana. En años recientes, la actitud hacia él, sobre todo en su estado natal, ha cambiado. Como escribe Dudley Ankerson, cada vez hay más y más participantes en las conmemoraciones de Cedillo en San Luis Potosí, incluyendo a altos funcionarios del gobierno estatal, mientras que su identidad como revolucionario emerge otra vez en primer plano.

En el último capítulo del libro, Rebeca Monroy Nasr se ocupa de nuevo de la biografía de Cedillo y la historia de su rebelión basándose menos en documentos escritos que en fotografías. De esta forma, otorga un estilo de imagen viva del hombre y un análisis de las leyendas que han surgido alrededor de él.

Este libro no solamente constituye una importante contribución a la historia de San Luis Potosí, sino también a la enorme diversidad de movimientos sociales que surgieron en México durante los años revolucionarios.

El general Saturnino Cedillo con sombrero sarakof en una de sus campañas gobiernistas, ca. 1929. Colección: AFSG.


* Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, diario personal del embajador nazi en México, Rüdt von Collenberg, apuntes sobre la situación política, 14-18 de abril de 1938, pp. 41 y ss.