THERIGATHA
Poemas budistas
de mujeres sabias
Versión e introducción de Jesús Aguado
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
© 2016 by Jesús Aguado Fernández
© de la edición en castellano:
2016 by Editorial Kairós, S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España
www.editorialkairos.com
Primera edición en papel: Diciembre 2016
Primera edición digital: Diciembre 2016
ISBN papel: 978-84-9988-527-8
ISBN epub: 978-84-9988-560-5
ISBN kindle: 978-84-9988-561-2
ISBN Google: 978-84-9988-562-9
Composición: Pablo Barrio
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Poco después de que el Buddha comenzara a propagar sus enseñanzas (según unos, vivió entre el 560 y el 480 a.C y, según otros, entre el 460 y el 380 a.C.), se organizaron las órdenes religiosas que agrupaban a los hombres y, un tiempo después, a las mujeres. Estas monjas o bhikkhunis, que llevaban una existencia austera y retirada del mundo al igual que sus compañeros varones, algo en sí mismo revolucionario en una época de enormes rigideces sociales, sobre todo en lo que se refiere a las mujeres, compusieron poemas que contaban sus respectivos caminos espirituales (en muchos casos con abundantes datos autobiográficos y gran riqueza de referencias históricas y cotidianas) y que pretendían animar a sus oyentes a abandonarlo todo y a emprender la senda de la liberación predicada por el budismo. Estos poemas, compuestos probablemente en magadhi, se transmitieron de forma oral durante siglos por las denominadas therigathas (literalmente, «canciones o poemas de ancianas sabias o de mujeres que se han hecho sabias o crecido en sabiduría») hasta que fueron fijados en hojas de palma e incorporados al canon budista pali con ocasión del gran congreso convocado en Sri Lanka por el rey Vattagamani entre los años 89 y 77 a.C. Posteriormente, entre los siglos V y VI de nuestra era, el gran erudito Dhammapala los ordenó tal y como hoy los conocemos (de mayor a menor extensión según el número de estrofas que contienen) y les añadió la historia personal de cada una de las autoras para contextualizarlos mejor y para que esas apasionantes vidas ejemplares, trufadas en ocasiones de elementos legendarios, sirvieran a su vez de inspiración entre quienes las leyeran o escucharan. Se conservan 73 poemas. Menos los 13 últimos, demasiado largos, con demasiadas voces en ocasiones y más narrativos, que ofrezco en prosa, los demás los he trasladado en verso.
Estas versiones las he hecho a partir de las cinco traducciones disponibles en inglés y apoyándome, además de en las muchas notas que contienen, en otros estudios complementarios. Mi intención ha sido que puedan leerse en castellano con fluidez y sin necesidad de tener grandes conocimientos sobre el budismo o la India de aquella época. No ha sido la mía la labor de un erudito, aunque me he documentado todo lo más que he podido, sino la de un poeta que ha intentado, salvando las enormes distancias temporales, culturales y geográficas, ponerse en sintonía con las voces y los textos a los que ha tenido que enfrentarse. Por eso mismo, el resultado tiene más que ver con la poesía que con la historia (otro asunto a discutir es si la poesía como disciplina intelectual le hace más justicia a los hechos históricos que la historiografía propiamente dicha) y está dirigido al lector sensible en sentido amplio, más que al lector académico en sentido restringido. En coherencia con esto, he reducido al mínimo la terminología técnica y las alusiones mitológicas, que cuando aparecen corren el riesgo de detener la lectura, oscurecerla e incluso frustrarla por completo. Las notas al pie, en trabajos como el que pretende ser este, son zancadillas más que muletas para al entendimiento. Aun así, hay algunas cosas, dado el carácter legendario de algunas de las historias recurrentes tanto de los poemas como de las notas biográficas, que permanecen tal cual y que aclaro, grosso modo, a continuación:
Esta colección de poemas, nunca vertida a nuestra lengua, está considerada la primera antología universal de literatura femenina. Su calidad y hondura propiamente literarias ha sido atestiguada por todos los que las conocen, algunos de los cuales las igualan en importancia a las grandes composiciones de esos genios de la poesía y la espiritualidad de la India que fueron Kalidasa, Kabir, Mirabai y muchos otros. Forman, además, por ser contemporáneos del mismo Buddha, un testimonio de primera importancia para conocer el budismo de los orígenes según lo vivieron estas mujeres devotas y valientes que no dudaron en enfrentarse a las convenciones de su tiempo para conseguir la liberación y la iluminación.
En una vida pasada honró a un Buddha anterior, el Buddha Konagamana, con su delicada hospitalidad. Le recibió en una pérgola de ramas entrelazadas, suelo de tierra apisonada, flores y perfumes. Gracias a este acto meritorio, renació distintas veces entre dioses y hombres hasta hacerlo en una familia de casta brahmana de la ciudad de Vesali. Cuando el Buddha predicó allí, se hizo discípula suya. Más tarde, después de escuchar un sermón de Pajapati, decidió ingresar en la comunidad de monjas. Pero su marido no le dio permiso para hacerlo. Un día, mientras cocinaba, se produjo una gran llamarada que consumió del todo el curry que estaba preparando. Gracias a ese hecho cotidiano, aprendió la enseñanza budista sobre la impermanencia. Desde ese momento, y como hacían las que ya habían sido ordenadas, prescindió de joyas y adornos. Este detalle convenció a su marido de que su devoción era genuina y él mismo la condujo, acompañados ambos de un gran séquito, ante Pajapati, que la ordenó monja. Se destacó por su robustez física y espiritual.
Duerme tranquila, mi pequeña. Un manto te cobija que tú misma has tejido. Y por fin tus deseos se han secado como hierbas al sol dentro de un cuenco.
Su nombre significa «mujer libre» (libre en el sentido de iluminada, de alguien que se ha deshecho de sus ataduras). Procedía de familia brahmana. A la edad de veinte años se unió a la congregación de monjas de la mano de Pajapati, que fue también la que le enseñó a meditar. Este poema lo recitó en tres ocasiones: cuando lo «vio» delante de ella (un regalo del propio Buddha, que se le reveló como si estuviera sentado a su lado), cuando alcanzó la iluminación y cuando presintió que estaba a punto de morir.
Libérate de aquello que te ata. Como la luna, libérate de Rahu y sus mandíbulas oscuras y voraces. Con una mente libre y sin deudas ni nudos, aprende a disfrutar de la comida que les sobra a los otros.
De sus vidas anteriores se sabe que en una época fue un hada que habitaba la orilla del río Candabhaga. Como tal, en una ocasión ofreció una guirnalda de juncos a un pacceka buddha (un iluminado que no intenta ayudar a otros a alcanzar ese estado ni predica sermones y que por eso es conocido como «buda silencioso»), acción benéfica que con el tiempo la hizo renacer en el seno de una familia acomodada de Savatthi. Como a tantas otras, fue Pajapati quien la ordenó monja cuando todavía era muy joven.
Después de quince días, llena de sí la luna resplandece. Haz lo mismo y sé sabia poco a poco
y con tu propia luz ábrete paso por la densa ignorancia de la noche.
Nació en Kapilavatthu y pertenecía al clan de los sakiyas. Era miembro de la corte de Bodhisat hasta que Pajapati la ordenó monja.
Practica sin cesar. No desmayes, practica. Practica hasta romper tus ataduras. Practica hasta ser libre del yo y sus opiniones, de los sentidos venenosos, de nuevos nacimientos.
No se sabe nada específico sobre ella.
Aprovecha las oportunidades, ahora que las tienes, de cultivar tu luz más verdadera. O acabarás gritando en el infierno tanto tiempo perdido en otras cosas.
No se sabe nada específico sobre ella.
Aplaca tus sentidos. Renuncia a tus deseos. Cuando apagues tus llamas, serás por fin feliz y libre y puro gozo.
No se sabe nada específico sobre ella.
Eres valiente y decidida y has practicado mucho hasta alcanzar un gran conocimiento. Este cuerpo es, por tanto, el último que tienes. ¡Pero cuidado, no permitas que la Muerte entre en él y lo lleve de regreso a la vida!
Pertenecía a la tribu de los sakya y apenas se sabe de ella que no encontró la paz hasta que se convirtió al budismo y se hizo monja.
Tu fe te trajo aquí y ahora tus amigas son otras y las quieres por sus buenas acciones y sus buenas palabras. Cultiva tus virtudes y alcanzarás la paz definitiva.
No se sabe nada específico sobre ella.
Eres afortunada porque tu fe te trajo aquí. Y tu gran devoción te pone a salvo de aquello que dejaste atrás y para siempre.
No se sabe nada específico sobre ella.
Las aguas bajan bravas en el río feroz que gobierna la muerte. Si no pierdes la calma, no podrá cabalgar esa muerte tu cuerpo nunca más.
Fue hija de una familia brahmana pobre que vivía en el país de Kosala. Su padre, de nombre Oghataka, la casó con un brahmán también pobre y además jorobado que la hacía muy infeliz. Con el tiempo le acabó convenciendo de que le diera permiso para separarse de él y ordenarse monja budista. Se entregó tan a fondo y con tanto ardor a su nueva vida que no tardó en alcanzar el estado de beatitud suprema.
¡Estoy libre, estoy libre de tres cosas torcidas: el mortero y su mano y un marido de espalda jorobada! ¡Estoy libre, estoy libre del nacimiento y de la muerte y de las ataduras del pasado!
BuddhavacanaMajjhima NiyakaDhammapada
Las ganas de ser libre y sofocar con mente clara los malos pensamientos y el deseo: así remontarás la corriente del río hasta tu origen.