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Semilla de cardamomo

 

 

 

 

Toño Ruiz

 

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© Semilla de cardamomo

© Toño Ruiz

 

 

ISBN digital: 978-84-686-8592-2

 

Impreso en España

Editado por Bubok Publishing S.L.

 

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

 

 

 

 

 

A mi esposa Inés, que me ha mantenido la ilusión para escribirlo

A mis hijas Ana, Shilpi y Archana que les hace ilusión que las nombre,

A mi perrita Zara, que me hace ilusión nombrarla, porque ya no está.

Y a mi perrita Sena, que si está y me hace mucha ilusión tenerla.

 

 

Eva

 

 

 

 

 

-¡ Tengo la bomba!.

En ocasiones, ese era el saludo matutino que Eva dispensaba a sus compañeros de la redacción, cuando creía tener entre sus manos la primicia que provocaría una convulsión en la opinión pública de su ciudad.

Lo decía con pleno convencimiento, como Eva solía decir y hacer todas las cosas. Tiene treinta y dos años, y una personalidad muy fuertemente arraigada. Sin haber alcanzado todavía la madurez, se estaba modelando de forma progresiva a través de los acontecimientos que habían ido jalonando su vida.

Se crió bajo una disciplina espartana, dentro de una rica familia en la que tenía todo, pero en la que carecía de todo lo que ella quería. Cuando su adolescencia se abría paso, como una flor ante la primavera, era convulsionada por la muerte de su padre, en trágicas circunstancias. Apenas había disfrutado de la vida, y ya había contraído matrimonio y sufrido un traumático divorcio. Era madre de un niño que le habían arrebatado en los tribunales, y de una niña adoptada rescatada de las calles de Bombay. Había cursado brillantemente dos carreras universitarias, y llevaba tres años ejerciendo una profesión, que era toda su vida.

Solía ir paseando por las mañanas a la redacción de su Periódico, después de haber dado buena cuenta de un copioso desayuno, que por su composición se encontraba entre un desayuno continental y el macrobiótico recomendado por un sinnúmero de tratados de dietética.

Pero esa mañana, el desayuno estuvo más cerca del insano y popularmente español: café con leche y magdalenas, uno de sus recuerdos de la infancia, que como tantos otros, no le gustaba rememorar.

Como a Proust, la magdalena y el café con leche le evocaban escenas de su infancia, que a ella si que le parecían de un tiempo perdido, o más bien escenas de un tiempo negativo y poco grato. Tardó bastante en descubrir que la rigidez de su educación castrense le había impuesto una disciplina y auto exigencia, que en su profesión periodística le hacían destacar sobre la mediocridad mediática de una capital de provincia que aunque de un tamaño considerable, no había perdido la cualidad entre provinciana y entrañable de que “todos nos conocemos”.

Esa mañana Eva no había ido paseando a la redacción del DIARIO. Al igual que todas las mañanas que “tenía la bomba”, había cogido su GOLF GTI de color negro, uno de los obsequios que le había hecho un miembro de su adinerada y socialmente reconocida familia. El regalo, como casi siempre, procedía de Tía Emilia que era radicalmente distinta a los demás. La hermana de su madre, era la díscola de una familia que explotaba jornaleros en los pueblos y que vivía imbricada en todas las manifestaciones de la alta sociedad urbano provinciana.

Como Eva decía, los negocios de su familia habían ido pasando por los tres sectores componentes de la economía. Así empezaron el siglo pasado en el Sector Primario, con explotaciones agrícolas y ganaderas. Sin abandonarlas, fueron pasando al Secundario con una industria azucarera y alguna manufactura de cuero y tejidos. Y sin prescindir de ninguna de sus actividades, se habían adentrado en el Sector Terciario con tres hoteles y dos palacetes de lujo dedicados al turismo rural , así como alguna pequeña incursión en los sectores del transporte y la construcción.

Tía Emilia era la menor de tres hermanos, tío Juan que era el mayor, se había licenciado en Derecho y llevaba los negocios familiares; su madre Pilar era la mediana y tras estudiar Magisterio dedicó toda su vida a introducirse en sociedad, dominando las labores en aquel tiempo propias de su sexo y condición social: bordar, bailar, montar a caballo, y casarse con un apuesto cadete de la Academia General Militar, que consiguió cautivarla con sus dorados entorchados y relucientes estrellas, a lomos de su jaca negra antracita, llamada Gioconda. Tía Emilia permanecía soltera y era la que más vivencias y experiencias había cosechado de los tres hermanos.

Para Eva fue muy importante la obtención de la licenciatura en su segunda carrera, así como el GOLF que tía Emilia le regaló por este motivo rodeado de un ostentoso lazo rosa.

Creía que si iba en coche llegaba mucho antes a la Redacción y, sobre todo, llegaba mucho más estresada, que era el estado que consideraba óptimo el día que en sus manos llevaba: “la bomba”.

- Ya está aquí Eva Jalón, la intrépida reportera.- Gritaba Lucas el ordenanza, cada vez que ella entraba atropelladamente, sin saber qué hacer con las llaves del coche, su libreta, su bolso y su pequeña grabadora.

- Estoy esperando una llamada importantísima y, en el momento que se produzca, ya puede empezar a funcionar la rotativa, para imprimir la portada a cinco columnas y con un titular en HELVÉTICA EXTRA BOLD que diga: Corrupción en el Ayuntamiento.

Eva llegaba exultante, embutida en sus ajustados e impecables pantalones vaqueros, con una ceñida camiseta blanca, que dejaban vislumbrar un hermoso cuerpo que se conservaba como hace diez años en virtud del “jogging”, “step”, “aerobic” y unas espléndidas series de abdominales matutinos.

Era una mujer extremadamente atractiva, desde su media melena rubia, hasta sus pies, calzados por unos zapatos náuticos en color añil y siena tostada, prácticamente planos, ya que sus ciento setenta y dos centímetros le permitían utilizar el tacón alto solamente en las escasas ocasiones en las que se arreglaba para alguna fiesta, o para atraer a alguna persona determinada.

Tenía los ojos del azul en que se torna el mar, tanto en los atardeceres como en los días en los que algunas nubes cubrían el cielo. No eran del azul claro que diluyen la mirada y que parece que los atraviesas cuando los estás mirando, sino de un color azul oscuro que obligaba a detenerse en ellos cuando los admirabas y que convertían su mirada en serena y profunda. No llegaban a tener la dureza de unos ojos negros, pero le conferían firmeza y dulzura al mismo tiempo, conjugadas en una desconcertante ambivalencia. Era uno de sus rasgos determinantes.

Eva depositó todos sus utensilios sobre una pequeña mesa de despacho, de moderno diseño utilizada en cualquier oficina; tan pronto la vemos en una agencia de viajes, una empresa de seguros, o en la consulta de un ginecólogo. Era de aglomerado contrachapado en melamina de color arena, y con tres grandes cajones, que Eva tenía atestados de informes y carpetas. En la necesidad del tamaño de los cajones ella había insistido muchísimo cuando se produjo el traslado de la redacción al otro lado del río, con la consiguiente renovación de mobiliario.

Encima de la mesa destacaban además de la grapadora, un abrecartas balinés taraceado sobre madera de sándalo, unas tijeras y un frasco con clips de colores; dos objetos bien diferenciados: sobresaliendo por encima del cubilete de rotuladores y lapiceros, un llamativo bolígrafo de caucho rojo, con un tiburón insertado en la punta, igualmente elástico, de color verde esmeralda que con su boca abierta permitía ver una respetable dentadura de goma espuma, al que rodeaba un vistoso salvavidas rojo y blanco. Y en otro extremo de la mesa un pequeño portarretratos de madera, con la fotografía de Mayuri, su hija adoptiva que se había traído de la India dos años atrás, y que consiguió llenar el hueco que le produjo la pérdida de la tutela de su hijo Pablo tras el laborioso y desagradable proceso de divorcio.

Asomada a la ventana próxima a su mesa, desde la que se veía el río, pensaba que fue una buena idea construir una nave en la zona más amplia de la ciudad, y colocar la redacción junto a los talleres de la rotativa, eso sí, debidamente insonorizados. La planta baja estaba ocupada por la fotocomposición, el fotograbado, la estampación , la maquetación, y todas las secciones que componen la “fontanería” de un periódico. La planta superior era la redacción, que estaba utilizada a modo de loft, con algún biombo de separación, aportando intimidad a los despachos, excepto los ocupados por la Dirección, cerrados a cal y canto, aunque el despacho de Carlos, el Jefe de redacción, casi siempre permanecía abierto.

Carlos no solamente mantenía para ella su despacho abierto, sino también su carácter, su mente y su vida. Le había enseñado a Eva todos los intríngulis de su profesión, le había demostrado como reponerse al rechazo de sus artículos por parte de Dirección, cuando a ella le parecía que nunca se había escrito uno de tanta calidad en ese diario. También le había ayudado a sobrellevar muchas situaciones personales, que habían estado a punto de abocarla a una profunda depresión.

La vida de Eva había estado influenciada por acontecimientos que debilitando su autoestima y acrecentado su sensación de culpabilidad, contribuyeron a gestar el caldo de cultivo de un incipiente proceso depresivo, que Carlos fue capaz de paralizar e invertir. Le costó mucho tiempo superar la trágica muerte de su padre, coronel de Infantería, destinado en el Gobierno Militar de San Sebastián, y del que la última noticia que tuvo, fue el frío 9 de noviembre de 1984, en el que un coche militar fue a buscarla a su colegio, para decirle que su padre había sufrido un atentado de ETA, y que estaba muerto con un tiro en la nuca.

La sensación de rabia e impotencia que se apoderó de Eva, se vio acrecentada por la desesperación que le produjo recordar las últimas palabras que dirigió a su padre tres días antes:

- ¡Eres un dictador, no en vano has pasado la mayor parte de tu vida a las ordenes de Franco!. - Cuando su padre le negó el permiso para pasar unos días de Navidad en la cabaña que poseía Luis en la localidad de Canfranc, un pequeño pueblo de los Pirineos, enclavado en medio del valle del río Aragón.

A pesar de la incomprensión y rigidez del Coronel, Eva nunca se perdonó que las últimas palabras que intercambió con su padre fueran de este calibre, y aunque ya habían pasado 16 años, le seguían pesando como una losa.

Eran frecuentes las interminables veladas en casa de Carlos, cuando después de una romántica cena, siempre preparada por él, la mayoría de las ocasiones con su ayuda, se sentaban en el sofá, y otras veces en la alfombra. En invierno se deleitaban con una copa en forma de balón de brandy 1866 de Larios, y en verano con un gintonic de ginebra Beafetter.

Carlos, además de ser un delicado gourmet, seleccionaba las marcas de las bebidas como un exquisito sumiller. Las cenas, no solamente eran deliciosas, sino que la presentación de la mesa, el emplatado, y los nombre que daba a a sus exquisiteces, eran dignas del restaurante más galardonado en la Guía Michelin; así preparaba los ”Tagliatelle con coulis de tomate fresco, al aroma de albahaca”, el “bacalao a la muselina de ajo”, o el “queso fresco caramelizado con arándanos”.

La primera de las tertulias tuvo lugar el día que conoció a Carlos. Esa tarde apareció Eva en la redacción de “El Diario”, diciendo:

- He terminado el primer curso de periodismo en Barcelona, con cinco sobresalientes y dos notables, y ya estoy preparada para acometer alguna colaboración en reportajes o entrevistas, que me sirvan de prácticas.

Las carcajadas que se oyeron en la redacción no fueron excesivamente numerosas, porque la mayor parte de la plantilla estaba embelesada, pendiente de ver, en un monitor de televisión, como España obtenía la primera medalla de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Solamente el entonces redactor de política local, decidió dedicarle unos minutos a la incipiente periodista.

- Siéntate al otro lado del vejestorio que utilizo como mesa, y vamos a hablar un poco de periodismo.

Lo cierto es que la tarde estaba muy tranquila, varios millones de personas estaban pendiente de un único acontecimiento, y pudieron pasar toda la tarde hablando. Eva, a pesar de sus veinticuatro años, tenía una gran formación humanística, había acabado con un expediente impecable la carrera de Historia del Arte, y aportaba un amplio bagaje de experiencias vividas, no todo lo satisfactorias que ella hubiese querido, pero sí enriquecedoras. Habían logrado que no fuera la niña “pija” de una familia bien.

Se había casado nada más acabar la carrera, a los veintiún años, porque Arturo, ocho años mayor que ella y miembro de una destacada familia, la había dejado embarazada, y aunque estuvo a punto, no fue capaz de tomar la decisión de interrumpir su embarazo. Las dos familias ejercieron una fuerte presión, de la que sólo le podía aliviar Tía Emilia, que acabó con una fastuosa boda, celebrada en la iglesia de Santa Engracia, y en plenas fiestas del Pilar.

-¿Por qué no vienes esta noche a cenar a mi casa, y luego vemos el vídeo de “Ciudadano Kane” de Orson Wells?.

Parecía una proposición indecente, pero a Carlos le estaba motivando la fluidez de conversación de la atractiva jovencita que acababa de conocer.

Ese día, por lo precipitado de la decisión, Carlos no se esmeró en la confección del menú, y cenaron Gazpacho frío, ligero de ajo y una tortilla de patata de tres centímetros de espesor. Vieron la película saboreando la bebida favorita de Carlos, a la que además de la ginebra y la tónica, le añadía el zumo de medio limón.

Eva ya había visto la película que en el año 1941 Orson Wells dirigió y protagonizó, sobre la vida del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Fue uno de los impulsos que le motivaron a estudiar periodismo, pero ella nunca la había analizado como Carlos era capaz de hacerlo.

-¿Te has dado cuenta de que para rodar esta película, Wells ha empleado sistemáticamente la técnica de la profundidad de foco, los decorados provistos de techo, y los ángulos enfáticos de cámara?

Eva permanecía en silenciosa admiración, recordando alguna de sus clases de arte cinematográfico, pero él añadía:

- Con esta película, que es un documento social y a la vez un penetrante estudio sicológico de su protagonista, Orson Wells renovó el estilo expresionista aplicado al cine, influyendo decisivamente en la técnica cinematográfica moderna.

A partir de ese momento, Eva intentó ir siempre al cine con que sería su gran amigo y Jefe de Redacción.

Carlos tiene cuarenta años, permanece soltero, aunque en una ocasión estuvo a punto de casarse, pero su relación sentimental se fue deteriorando, coincidiendo con su promoción y mayor dedicación a una profesión para la que tuvo vocación, desde que a los diez años escribía a mano un periódico con la tirada de un único ejemplar. Había tenido relaciones esporádicas, nunca demasiado serias y, aunque ni tan siquiera él lo reconocía, se sentía atraído por Eva, pero siempre había temido manifestarlo por miedo a estropear su amistad.

Su estatura le permitía que pasase desapercibida la barriguita que eufemísticamente llamaba “curva de la felicidad” y que según manifestaba en un tono bastante jocoso, “le costaba mucho dinero mantener”. El único deporte que practicaba era unas largas caminatas, que solo o acompañado le permitían recorrer su ciudad y estar al tanto de la actualidad municipal. Es un hábito que adquirió por los muchos años en que fue responsable de la política local.

Tenía un aire juvenil, no trastocado por su incipiente alopecia, que le preocupaba hasta que descubrió la posibilidad de raparse la cabeza y así reforzar la imagen deportiva que le aportaba el tipo de ropa que le gustaba vestir.

Vivía solo en un ático del Casco Viejo, zona por la que siempre le gustaba moverse, tomarse unas cervezas, siempre holandesas, y mantener largas charlas con el vendedor de la prensa en el quiosco más cercano a su casa.

Eva mantenía con él una profunda amistad, reforzada por un amor platónico cuya única relación sexual era algún beso en los labios y largos paseos cogidos de la mano. Si bien en una ocasión estuvieron a punto de hacer el amor. Fue después de una larga y fría tarde en casa de Carlos, ese mes de noviembre estaba siendo especialmente desapacible, y para ella era un mes en que se sentía mucho más vulnerable, ya que los acontecimientos que habían marcado su vida siempre pasaban al final del otoño: la muerte de su padre, o el comienzo de su divorcio. Pero cuando ella estaba absolutamente desinhibida, él decidió que se podía estropear la mejor relación de su vida, ya que en definitiva:

-Un polvo simplemente es un polvo. - Sentenció Carlos

El malestar que experimentó Eva, fue desapareciendo al recapacitar y comprobar que nunca había estado con un hombre que le diera tal confianza y afecto. Apretó los labios y a continuación levantó la ceja izquierda fundiéndola con el dibujo de una sonrisa que le iluminó la cara, dejando al descubierto unos dientes cuyo brillo acompañaba al resplandor que proyectaban sus ojos.

Eva permanecía de pie, absorta en sus pensamientos, contemplando el río desde la ventana contigua a su mesa de la redacción, hasta que fue sobresaltada por la voz de Laura Campos, su compañera de fatigas informativas , amiga y cómplice de algunas correrías nocturnas.

- ¡ Eva!. El teléfono es para ti.

- Ya está ahí, preparados chicos, sólo necesito una confirmación.

Mientras caminaba dando saltos iba pensando si Germán, el controlador aéreo, ya podía darle los datos que necesitaba. La impaciencia le hizo recorrer los últimos tres metros hasta el teléfono deslizándose sobre las suelas de sus zapatos, como si el pasillo de la redacción fuese la pista de patinaje del Rockefeller Center , donde había patinando por última vez las pasadas Navidades.

- Dime Germán, ¿ya lo tienes?.

- No..., soy yo, Luisa. Te llamo porque me han dicho que esta semana es el cumpleaños de Patricia, y el sábado lo celebra en su chalet, quieren saber si vamos a llevar a Mayuri.

-¡ Joder !, - exclama Eva con furia, dejando vibrar durante un rato su lengua para que retumbara la erre final, y así conseguir el efecto como si lo hubiera repetido varias veces.

- ¿ Eh?.- Exclamó Luisa sorprendida

- Perdona Luisa, no va contigo, es que estaba esperando una llamada muy importante, y me ha producido una decepción el hecho de que no lo fuera.

- Pero es que yo no la podré llevar.- Añadió temerosa, ante la respuesta de Eva.

- Bueno, yo la llevaré. ¡Ah! oye, de paso, quería decirte que hoy no voy a ir a comer, me quedaré por aquí a tomar algo así esperaré la llamada durante todo el día.

- De acuerdo Eva, hasta luego, come bien.- Luisa no se atrevió a hacer un solo comentario más.

- ¡ Chao!.

Colgó el auricular del teléfono, dejándose caer en su silla y produciendo un rebote que se iba amortiguando poco a poco mediante el eje neumático que unía el asiento con las ruedas. No era la llamada esperada y le parecía que el mundo se le iba derrumbando con la misma intensidad que tuvo que soportar la silla.

- Bueno Laura, te invito a comer unos deliciosos huevos rotos. -Decidió sobreponerse.

- De acuerdo, es fenomenal tener una compañera con poderío, sobre todo cuando se acerca final de mes. - Asintió Laura.

Las circunstancias que concurrían en Eva le permitían llevar un nivel de vida muy por encima del que mantendría con el sueldo de una periodista de provincias. Tenía una pensión de orfandad del Ejercito, por la muerte de su padre en acto de servicio, según definió el Ministro. Y unas rentas que le proporcionaban las inversiones que le había colocado la familia de su madre como anticipo de su herencia. Además había tenido suerte con Luisa, la chica que cuidaba a Mayuri y le hacía todas las tareas domésticas. La convivencia había llegado a convertirla en un miembro más de la familia, en lugar de una empleada de hogar, y aunque percibía un salario espléndido en comparación con el que pagaba alguna de sus amigas, permitía a Eva desarrollar una vida muy desahogada y no prescindir de viajes y caprichos.

Metió en su bolso la grabadora y la libreta , herramientas profesionales sin las que era incapaz de dar un paso, y dirigiéndose a Laura levantó los brazos con la doble finalidad de llamar la atención y estirar su entumecida espalda.

-¡ Vámonos ya!, no resisto la tensión de la espera, podemos ir caminando por la orilla del río y así nos relajamos un poco antes de comer.

Era agradable el paseo por la ribera, contemplando el lento discurrir del río que apenas distorsionaba el reflejo de los arboles y los modernos edificios.

 

Laura

 

 

 

 

 

- ¡ Y bien!, ¿De quién tienes que recibir la llamada, y qué es esta historia que estás llevando con tanto secreto?, supongo que tienes confianza para contarmela.- Le dijo Laura con un ademán que denotaba curiosidad y un cierto enfado al no sentirse partícipe de las confidencias su amiga.

-No, de verdad, no se trata de falta de confianza, simplemente es que no lo he podido contrastar todavía, y no quiero que se extienda por la redacción, igual que ocurrió con el caso del fraude alimentario, en el que yo creía tener una primicia, y luego resultó que eran las confidencias de un lunático, que ni era biólogo, ni trabajaba en el Departamento de Sanidad, y que simplemente quería ligar conmigo. Creo que aun recordarás el ” pitorreo” que hubo en la redacción durante varios meses. Todos me preguntaban por mi amigo el científico y que si iba a asistir con él a la entrega de los Nobel de Medicina. No quiero ni recordarlo.

Sin embargo, creo que tienes razón, te voy a contar todo lo que sé hasta ahora, pero primero nos vamos a pedir una ensalada de ventresca de atún con hojas de roble al vinagre de Módena - no podía ocultar las influencias de Carlos - y unos huevos rotos.

-¿Crees que esos huevos me van a gustar a mí ?.

- ¡Claro que si !, son realmente unos huevos fritos que luego revuelven con patatas y pimientos fritos, y que están buenísimos.- Dijo mientras frotaba sus labios con el mismo gesto que hacía Mayuri cuando veía la tableta de chocolate encima de la mesa.

- Además, Laura, nunca viene mal “echarse unos huevos al cuerpo”. -En ese momento mudó su gesto de gula en una mirada libidinosa, se abrieron sus labios y pasó la lengua por ellos, esbozando una sonrisa que acabó en una carcajada al unísono.

-¡Como eres!.- Le dijo Laura, mientras las dos amigas no dejaban de reír, provocando la atención de todos los que estaban en el comedor, la mayoría empleados de entidades financieras o de las empresas que estaban proliferando cada vez más, a este lado del río.

La confirmación de la celebración de una Exposición Universal en esta ciudad, y la ubicación en un meandro situado en la margen izquierda del río, ha supuesto que varios empresas, en su mayoría de servicios, estén tomando posiciones en lo que antes era una zona poco solicitada. Ya estaba instalada la redacción de EL DIARIO, algún centro comercial, la familia de Eva estaba construyendo un hotel de cuatro estrellas, y por supuesto: “La Casa de Jóse”, con acento en la “o”, que últimamente era el restaurante favorito de Eva. Desde el pasado otoño en que se inauguró, había conseguido situarse entre los de más éxito, debido a su óptima relación entre la calidad y el precio.

No faltaban en las mesas las flores frescas, que en las noches eran acompañadas de una vela que conferían a la sala de comedor una iluminación vibrante y acogedora que favorecía el desarrollo de una cena romántica.

Eva frecuentaba las comidas de trabajo, y alguna que otra “cena con zapatos de tacón”, de las que siempre guardaba un grato recuerdo de sus compañeros de mesa, excepto de las que mantuvo con “su” falso biólogo.

- ¿Querrás el vino de siempre?- Le preguntó Jóse, que era el que se encargaba de tomar las comandas con una dulzura y amabilidad que junto a la exquisita cocina de Toño eran los componentes de su incipiente éxito.

- Si cariño, nos tomaremos una botellita de Muga, esta vez del 95-. El vino de la Rioja Alta era su preferido, y la cosecha dependía de si estábamos a final o a principio de mes, ya que a pesar de su desahogada situación económica, intentaba subsistir con su sueldo de reportera, y solamente usaba sus ingresos extraordinarios para algún gasto puntual o vacaciones.

Era muy estrecha la relación que mantenían las dos reporteras, sin embargo a Eva le estaba costando hablar de la investigación que llevaba entre manos, y solo después de dar los dos primeros sorbos de vino fue capaz de relajarse y empezar a contar su “historia”.

- Mira, empecé a tomar contacto con este asunto el día que estaba cubriendo la información de política local, y nos convocó Luis Ordoñez, el Teniente de Alcalde de Urbanismo a una rueda de prensa. Se le veía pletórico. ¿Recuerdas que pinta tiene?.

- Si, lo veo en las fotos, y estuve con él en persona, en alguna rueda de prensa en la que te estaba sustituyendo el pasado verano. -Laura Campos llevaba la información correspondiente a pueblos y comarcas. En algunas ocasiones sustituía a Eva, si esta se encontraba de vacaciones o tenía que cubrir alguna información que le parecía más interesante.

- Bueno pues yo creo que está más asqueroso que nunca, ¿ como lo definiría?, más bien “mostoso”- era una de sus palabras favoritas, con la que quería expresar: pegajoso, viejo verde, repulsivo - No me gustan nada las miradas que me echa, son de esas con las que te sientes desnuda, detectas como te está quitando la ropa con la mirada y solo se fija en el culo y en las tetas.

- A mí me produce vibraciones negativas. -Corroboró Laura.

- Nos dijo que nos había convocado para darnos la noticia de que gracias a sus gestiones se había conseguido una ampliación en el aeropuerto, en lo referente a instalaciones y servicios, aumento de vuelos, parada del Tren de Alta Velocidad, y la construcción de unas nuevas pistas de cinco kilómetros con una mejor orientación. Nos fue desgranando las bondades de este proyecto, con intervenciones alternativas de dos técnicos de los se había hecho acompañar, mientras se iba acabando una botella de agua mineral sin gas de litro y medio. Resultaba gracioso ver como bebía, pues llenaba su boca de agua, hasta que los carrillos estaban a punto de explotar, a continuación miraba al techo y engullía todo el líquido que tenía en la boca, produciendo unos ruidos guturales, que me recordaban a un documental que vi en televisión sobre unos pájaros que habitaban el sur de Venezuela, y que sacaban la comida del buche para dar de comer a sus crías.

- Realmente Eva, por lo que de dices, parecía una rueda de prensa de “ National Geographic”.

- Totalmente. Con este hombre el espectáculo zoológico está asegurado. Bueno, tu ya sabes que yo llevo siempre a las ruedas de prensa....

- “Voilá”. La ensalada de ventresca. -interrumpió Jóse-. Que tengáis un orgasmo gastronómico; porque lo que es de los otros.........

- Bueno, bueno, ¿Tu qué sabes?. - Se defendió Eva.

- Por supuesto que lo intuyo. Cuando estáis realizadas - dijo Jóse haciendo un gesto con las manos, como si sopesara un par de melones - se os nota un resplandor , que por el tiempo que hace que no os lo veo, me da la impresión de que estáis “abandonaditas”.

- ¡Calla depravado!. -Le espetó Eva mientras le sacaba la lengua. Y los tres se fundieron en una carcajada-. Si el “servicio” no nos interrumpe - dijo Eva mirando a Jóse de forma provocativa - te podré seguir contando los hechos, ¿Por donde iba?

- Estabas diciendo que llevas algo a las ruedas de prensa.

- ¡ Ah, sí!. Además de la grabadora llevo la libreta tamaños folio, esa que tiene la portada con motivos marineros.

- Si, la de “Saylor”.

- Si, esa; y me estaba aburriendo tanto por el exceso de datos técnicos, que empecé a hacer dibujos en una hoja en blanco, dibujé un aeropuerto, una nueva pista, las vías del tren, la terminal de servicios , seguí con unas casitas, y empecé a buscar alguna página anterior que me hubiese dejado a medio escribir, para seguir dibujando. En ese repaso de mis anotaciones antiguas, fui a parar a otra rueda de prensa que nos había dado también Luis Ordoñez. Fue hace mes y medio, y en esa nos presentaba la aprobación de un polémico convenio urbanístico que suponía la recalificación como suelo urbano de unos terrenos que antes eran rústicos, cerca del Canal. Empecé a leer las anotaciones que había tomado mientras escuchaba como una canción de fondo las características de la ampliación del aeropuerto. ¡Pero come!. - Animó a Laura.

- Si, si. Es que siempre haces unos relatos tan detallados, que es como si estuviera viendo una película, y me dejas entusiasmada.

- ¿Te gusta la ensalada?

- Está riquísima, pero sigue, sigue.

-La mezcla del “ronroneo” de fondo y la lectura de mis anotaciones - continuó Eva - me hizo pensar en la casualidad de que quizá esos terrenos que se habían recalificado estarían cerca del aeropuerto que se iba a ampliar, y me hizo gracia la coincidencia. Habían pasado cuarenta y cinco días, y nos encontrábamos a pocas decenas de metros de la anterior rueda de prensa.- Eva seguía su narración, tan entusiasmada como estaba Laura escuchándole, que apenas se dieron cuenta de que las interrumpían al retirar los primeros platos.

- C´est la perfection - dijo Jóse en un exagerado acento francés, mientras depositaba en el centro de la mesa una fuente con los huevos fritos cortados y guarnecidos por unas patatas fritas en irregulares cuadros, y unas finas tiras de pimientos de piquillo asados en horno de leña, en ambos extremos de la fuente.

- ¡Olé tus huevos !- le espetó Eva con una pícara sonrisa.

- Señorita, como sigamos por este camino, voy a poner en crisis “ ma fidelité “. - Las aportaciones francesas en su conversación, no se sabe a ciencia cierta si eran espontáneas, motivadas por su dos años de estancia en París, donde conoció a su actual esposa; o provocadas intencionadamente para prestigiar su restaurante, demostrando conocimiento de la nueva cocina francesa , además de darse un cierto toque de “snobismo”, pero le conferían un aire gracioso y distinguido al mismo tiempo.

- No creo que yo pueda ser competencia para una mujer que domina el francés a la perfección como Adriana - le contestó Eva, con una mayor carga de picardía y provocación.

- Eva, eres un peligro - salió huyendo hacia la cocina, mientras se llevaba una mano a la cabeza, y las dos amigas no dejaban de reír.

- ¡Hummm! que rico está, pero sigue contando. - Laura humedecía trozos de pan en las yemas rotas, antes de que se desparramasen totalmente.

- Bien, estábamos en que simplemente deparé en la coincidencia, y al acabar la exposición, en el turno de preguntas le dije: Esta prolongación del aeropuerto, ¿se queda cerca de los famosos terrenos recalificados ? . Y me contestó muy enfadado:

-¡ Señorita!, ese es un tema que tratamos hace mes y medio, no existe ninguna relación con lo tratado hoy, y está absolutamente fuera de lugar su pregunta.- Yo me puse roja como un tomate, y me dio la impresión de que debido a mi completa abstracción durante la mayor parte de la rueda de prensa metí la pata en algo, o alguna cosa me perdí, ante la brusquedad de la contestación. Como puedes comprender, ya no hice más preguntas.

- De todas formas, siempre ha sido muy grosero,- le apuntó Laura, solidarizándose con ella.

- Lo comenté en Redacción, pero nadie le dio mayor importancia, y después de preparar mi articulo, me marché a buscar a Mayuri al colegio.

- ¿Queréis algo de postre?.- Interrumpió Jóse

- Uf, yo por lo menos estoy llenísima, no sé si tu querrás algo, pero he comido fenomenal, y si meto algo más en mi cuerpo podría estallar la cinturilla del pantalón.

- Y tu Eva, ¿quieres algo?.

- No, yo simplemente me tomaré un cortadito con leche fría.

- ¡Ah bueno!, eso si, yo quiero un té con leche. -Se animó Laura

- Al momento. Te voy a traer café de jamaica, y a ti Laura té verde japonés.

- Jóse, siempre tan exquisito.

- ¡Venga!, continua. O ¿ahí se ha acabado todo?.

- No, que va, todavía falta lo mejor. Al día siguiente era sábado, y como sabes, el que tengo libre, lo aprovecho para salir con Mayuri, cogimos el coche y pasamos en primer lugar por el “súper” para hacer la compra de la semana, luego hicimos un recorrido por la ciudad. Creo que fue mi subconsciente el que me iba guiando, porque todavía tenía en la cabeza “esa pregunta está fuera de lugar”, y me encontré de frente con un cartel que decía aeropuerto 4 kilómetros, llegamos hasta él dimos un paseo charlando, es delicioso hablar con una niña de seis años, mientras iba husmeando todo lo que se me ocurría. La terminal de carga y las vallas de protección me impedían hacerme una idea de por donde podía ir la ampliación y la nueva pista, así es que subimos a la cafetería, y desde allí pudimos ver los aviones y las maniobras de aproximación.

- ¿Y Mayuri que hacía?.

- ¡Ah!. a ella le encantó, desde que la traje de Bombay, no ha vuelto a viajar en avión, y estaba ensimismada mirando. Además, he descubierto que es genial ir con una niña a espiar o investigar, porque así nadie sospecha. Bueno, el hecho es que tampoco pude enterarme de por donde iba la maldita ampliación, así es que después de tomar un refresco, nos marchamos. Creo que estaba predestinada, porque....

- ¿Os apetece un cognac , o un “chupito”, que invita la casa?.

- No, gracias Jóse, pero es que después de haber dado buena cuenta del Rioja, ya no podríamos ir a trabajar, ni tan siquiera seguir hablando.

- Decías que estabas predestinada ¿a qué?.

- A investigar toda esta historia porque, fijate, al salir del la carretera del aeropuerto, encuentro el cartel que dice: MONTEPINAR, que exactamente es donde están los terrenos de la recalificación. Ni corta ni perezosa doy un pequeño giro y enfilo hacia las urbanizaciones de nueva creación. Fuimos atravesando calles perfectamente urbanizadas dejando a derecha e izquierda viviendas unifamiliares, algunos chalets adosados, y unos bloques de casas que tienen solamente tres o cuatro alturas, con unas bonitas terrazas, de las que colgaban unos geranios de hiedra muy bien cuidados, algunos arbolitos a los dos lados de la calle, todavía quedaban algunos alcorques sin plantar, pero ya tenían previsto el riego por goteo.

En este punto, estaba tan despistada como el Pato Donald en un parking público, pero supuse que sería al final de este bulevar, en la zona desprovista de equipamientos. De todas formas, me acerqué a preguntar a un señor que estaba cortando el césped con una curiosa maquina que en nada se parecía a los cortacésped que yo conocía hasta ese momento. Este artilugio era como una enceradora doméstica que permanecía suspendida en el aire a tres o cuatro centímetros del suelo, y que según me dijo era el último grito en maquinaria de jardín, que al carecer de ruedas ignora las irregularidades del terreno, aspira el césped para que se mantenga rígido, y poder cortarlo con mayor facilidad. En fin, tecnología alemana. Me vio acercarme, y me dijo:

- Buenos días. ¿ Se ha perdido?.

- Todavía no lo sé - Le dije - . Voy buscando los nuevos terrenos que se van a destinar a construir viviendas.

- ¡Ah si !. Los de los Zombis, estarán al final de este paseo, prácticamente encima de aquella valla que limita las instalaciones del aeropuerto.

Me quedé alucinada con la contestación, y le dije:

- Oiga, ¿Por que los llama ”los de los Zombis”?.

- Es muy sencillo - me contestó.- Porque el ruido que producen los aviones, desde mi casa se hace ligeramente molesto, pero dos kilómetros mas allá, que es donde piensan construir, será insoportable, y cuando las personas que vivan allí lleven una semana sin dormir, sin poder hablar, ni oír música o ver televisión, serán auténticos muertos vivientes, que veré pasar por delante de mi jardín con los tímpanos perforados.

Me resultó simpático el señor, y le dije unos cumplidos sobre su jardín, sus maceteros y su árboles frutales, detalle que me agradeció con cierto rubor. Cogimos nuevamente el coche y recorrimos los centenares de metros que nos separaban del alambrado en no muy buen estado de conservación. Todavía se podían ver unos metros de acera, pero ya no había arbolado, enseguida encontramos la calzada de tierra, algunos montones de grava y escombros.

Baje a Mayuri del coche para que correteara con una pelota que siempre llevo en el maletero, pasamos por allí un buen rato, pero no conseguí ver ningún avión, así es que nos marchamos. Pero mi olfato de reportera me decía que ahí podría haber un asunto que podría ser desarrollado como reportaje, y en aquel momento no suponía que todavía era mucho más complejo de lo que yo creía en principio.

- ¡Ah! , pero ¿es que se complicó más todavía?.

- Sí Laura, creo que estoy cerca de algo gordo, lo intuyo, pero todavía no lo toco.

- ¿Hiciste alguna investigación posterior?

- ¡Siiiii!, ahora viene lo de Germán, un tío que está como un bollo recién hecho, pero nos vamos a marchar a la Redacción, porque me extraña muchísimo que no me haya llamado, si es así, le llamaré yo, aunque me haya dicho que no lo hiciera, y después te seguiré contando. ¡Jóse!. anda guapo, dime que vale esta exquisita comida.

- Por supuesto Ma cherie, este es el momento más sublime.

- ¡Venga, no tengas cara dura, y no te pases!.

Las dos amigas emprendieron el regreso a EL DIARIO, por la orilla del río, pero en esta ocasión con mayor celeridad que a la ida. Eva estaba intranquila con la tardanza de la llamada. Así es que esta vez no se recrearon contemplando el discurrir del agua, la vegetación, o las obras de la Expo.

 

Miguel Gómez

 

 

 

 

 

- ¡Ya está aquí lo mejorcito de la ciudad!.-Le dijo mientras simulaba un pase torero.

- ¡Calla bobo!. - Le respondió Eva sonriendo.

- Este Lucas, siempre igual. - Añadió Laura.

- ¿No me ha llamado nadie?. - Preguntó Eva.

- ¡No!. Y es extraño que no tengas una multitud de admiradores llamándote a todas horas.

- ¡Va!, que te lo digo en serio, ¿no ha llamado un tal Germán Polo?.

- ¡No!, y bien tonto que es.

- ¡Ya vale Lucas, está visto que no se puede hablar en serio contigo!. - Le dijo Eva recobrando la compostura.

- No, de verdad, si te hubieran llamado, habría pasado por esta centralita. Lo que si tienes es un aviso del Director para que vayas a su despacho.

- Bueno bueno, Eva, aquí tienes el ascenso. - Le animó Laura.

- Laura, ya sabes que prefiero que los jefes no se acuerden de mí, por si acaso.

Al llegar al primer piso se separaron las dos amigas, Laura se llevó los utensilios de su compañera hacia su mesa de redacción, mientras Eva giró hacia la zona “del sol que más calienta” como ella siempre definía al área de los despachos de dirección.

- ¿Das tu permiso Miguel?. - Esta vez la puerta estaba entreabierta, y aunque el tuteo era el tratamiento habitual en toda “la casa”, como ellos decían. En el caso de Miguel Gómez, Director del periódico, resultaba más costoso llamarle con la confianza implícita en este tipo de tratamiento.

- Pasa Eva, pasa.- Siempre tenía que tragar saliva, y entrar solemnemente en un despacho que a pesar de tener un tamaño bastante reducido, la frialdad y el distanciamiento se podían leer en el ambiente.

Gómez se levantó de su sillón para recibir a Eva con un protocolario apretón de manos. Le costó ponerse en pie, ya que por su expreso deseo, los muebles de su despacho eran los mismos que tenía en la antigua sede de El Diario. Se había negado tajantemente a que fueran sustituidos por los muebles de diseño concebidos con criterios ergonómicos. Su sillón carecía ruedas, sin posibilidad de giro, para facilitar los movimientos.

-¿Que tal va el trabajo?. - Le preguntó para romper el hielo.

- Bien como siempre.- Contestó Eva con el mismo tono monótono y aburrido en el que había sido increpada.

Eva definía al Director como una persona gris, de traje gris con decisiones grises y con poca materia gris. La recibió y le dio la mano mirando hacia el suelo. Era imposible conseguir que levantara la cabeza y mirara a la cara. Nadie sabe muy bien como llegó a Director, solamente se conoce que vino de Madrid hace tres años. Hay quien le vincula con algunos poderes políticos que tienen influencia en el grupo editorial. Otros dicen que se casó con una terrateniente cuya familia es la que goza del favor del Consejo de Administración. Pero de lo que todos están seguros es de que no es un hombre que se haya forjado en los distintos departamentos del periódico. Se desconoce si tiene alguna carrera universitaria, que desde luego no es periodismo. Siempre actúa más como un gestor que como un arquetípico Director de Periódico. Únicamente tiene a su favor el aval de haber incrementado progresivamente los beneficios en esta provincia, en base a un aumento de la facturación por publicidad, sobre todo Institucional y de grandes empresas.

Lleva siempre las palmas de la mano con una capa de sudor frío. Al saludar, la estrecha sin convencimiento al mismo tiempo que transmite una sensación de fragilidad, cuando sientes que tu mano rodea un trozo de carne blando y viscoso que no parece tener vida propia.

Tiene una buena estatura, aunque no se puede precisar con exactitud cual es su talla. Siempre presenta la nuca estirada mientras contempla el suelo, en lugar de dirigir la mirada a su interlocutor; peina canas, y aparenta la cincuentena. Es la persona con la que peor se entiende Eva, ya que al definirlo hay que nombrar todos los antónimos de los rasgos y cualidades que determinan a la joven periodista.

- Me ha dicho Lucas que querías verme.

- Sí, es con respecto a la última rueda de prensa del Ayuntamiento. - Le dijo Gómez casi sin abrir la boca.

- ¿La de Luis Ordoñez?.

- Sí.

-¿Y.....?. -Preguntó Eva con sorpresa y, al mismo tiempo, altanería.

- He tenido alguna queja del Teniente de Alcalde con respecto a que enviamos personas que no están preparadas y que además se quedan dormidas.

- ¿Y tú que le has dicho?. - Le dijo Eva enojada.

- Que iba a hablar contigo.

- ¡Claro!. Porque te lo has creído a pies juntillas. - Iba creciendo el enojo de Eva.

- No tengo por qué poner en duda lo que él me dice.

- La labor de un Director debe ser defender a su empleados en primer lugar, y después aclarar los hechos. - Puntualizó Eva.

- La labor de un Director la decido yo, y es lo que estoy haciendo.

- Sí, pero no le has dicho que eso era imposible. ¿Verdad?.

- Bueno. Es un incidente sin importancia, pero si no eres capaz de asumir las críticas y de representar a El Diario con dignidad, vas a acabar cubriendo las fiestas de los pueblos y consiguiendo el anuncio del Ayuntamiento felicitando a sus convecinos, a cambio de la entrevista al alcalde.

- ¡No tienes derecho....!

- ¡Ay perdona Miguel!. No sabía que estabas ocupado.- Interrumpió Carlos de una forma providencial, con una mentira difícilmente disimulable.

Los gritos llegaban casi hasta los talleres, antes de que la discusión llegara a una situación irreversible. El conocía sobradamente a Eva, y estaba seguro de que no se iba a dejar avasallar, ni iba a permitir que su Director no la defendiera ante un ataque a su profesionalidad motivado por alguna pregunta que el edil no quería contestar. Mientras escuchaba la discusión Carlos se estaba mordiendo los labios. Era una persona a la que le irritaba extremadamente la injusticia, y le enervaba mucho más cuando se dirigía hacia una persona querida.

- Me gustaría que bajases a los talleres para ver como queda la maquetación de la página cinco, que ya es definitiva. - Le dijo a Gómez como si no hubiese oído la discusión

- De acuerdo, ahora mismo bajo. Y tu Eva, no le des más importancia, simplemente pon más atención.

Eva estaba tomando aire por los caños de su nariz, que se encontraban más hinchados que nunca, para contestar con la furia que había ido acumulando a lo largo de toda la entrevista, cuando Carlos tiró de ella con una violencia que la hizo tambalearse, y que a punto estuvo de hacerle caer de rodillas sobre la raída alfombra persa que acababa por descomponer la decoración del despacho.

- Quiero que vengas conmigo para ver si sacamos mañana el reportaje sobre la planta potabilizadora que hiciste la semana pasada.- Le dijo mientras la sacaba a empujones.

- ¡Carlos!. ¡Déjame por favor!.

- ¿Es que estás tonta?. No te das cuenta que discutir no te conduce a nada. Ya viste lo que le pasó a Emilio con este Director, lo puso de patitas en la calle con una ridícula indemnización.

- Si, pero no puedes permitir.....

- Eva, haz el periodismo que sabes hacer, porque al final eso es lo que queda. Ningún “mequetrefe” puede privarte de la satisfacción del trabajo bien hecho. Y ya sabes lo que siempre te digo: no puedes estar pegando con un palo a alguien que tiene un rifle, solo puedes luchar cuando sabes que dispones de armas equiparables a las de tu enemigo.

- Si, ya lo se, pero.....

- Venga, ven aquí.- Se fundieron en el abrazo que daría un padre a su hija cuando la está consolando por haber perdido al que ella creía el amor de su vida.

Se acercaron juntos a la máquina del café, donde les esperaba Laura, que no se había atrevido a alejarse demasiado del despacho de Gómez, previendo que hubiera que “ayudar” a su compañera.

- No era para un ascenso ¿verdad?.

- Es impresentable. Cuando habla de Luis Ordoñez, se le cae la baba. - Contestó Eva con ira.

- Bueno, y que tú le tienes un poco de ojeriza al concejal.- Contemporizó Carlos mientras la abrazaba de nuevo.

- Está bien, ya estoy tranquila, pero ahora necesito hablar con Germán.

- Eva, tu lo que quieres es pasar de los brazos de un hombre a otro. ¡Unas tanto y otras tan poco, que injusticia!. - Bromeó Laura para relajar el ambiente.

Carlos se marchó hacia los talleres, y las dos amigas se dirigieron a la mesa de Eva para que pudiera hacer su anhelada y necesaria llamada.