La independencia a palos
Y otros ensayos
ELÍAS PINO ITURRIETA
@eliaspino

A la memoria de Manuel Caballero, historiador y luchador.

Explicación

Los textos del presente libro son el producto del trabajo reciente, hecho por cuotas desde 2009 como parte de la actividad profesional, pero también como producto de la necesidad de tratar el tema de la Independencia de Venezuela en la ocasión de su Bicentenario. Son miradas de naturaleza monográfica en las cuales predomina la vocación del historiador, quien debe procurar la objetividad y la oferta de conocimientos libres de toda sospecha; pero en las cuales seguramente se incluyen respuestas, unas menos veladas que otras, a la exageración y a la manipulación que abundan en el festejo. En esencia responden a una obligación del oficio, pues, pero puede sentirse su contaminación por la realidad circundante y la reacción profiláctica ante sus tirones.

El lector debe considerar la observación antes de meterse en las páginas que vienen, no vaya a ser que pierda el tiempo bus­cando lo que no puede encontrar. Se quiere ser equilibrado en adelante, como corresponde a los ciudadanos de la república de Clío, pero el hecho de también pertenecer a la grey de la República Bolivariana de Venezuela en tiempos de celebración patriótica, puede sugerir que el método y la pluma prefieran salirse del cauce de la historiografía para transitar el terreno de la polémica. Sin negar que se pueda evidenciar tal descarrío en las páginas que siguen, inevitable ante el desafío de las exaltaciones patrioteras y de su manipulación por el oficialismo, en el fondo predomina la fidelidad a los mandamientos de la profesión y, sobre todo, a un entendimiento de la Independencia que viene de tiempo atrás.

Dicho entendimiento se remonta a 1971, cuando circuló La mentalidad venezolana de la emancipación (1810-1812), en cuyas páginas se intentó una investigación dispuesta a considerar asuntos subestimados de la época sin caer en las provocaciones de la liturgia habitual en el país desde el siglo XIX. Escrita como tesis doctoral en El Colegio de México bajo la tutoría del inolvidable maestro José Gaos, quien abrió entonces prolíficos surcos en el estudio de las ideas y las mentalidades de América Latina, señaló un derrotero personal que ahora se quiere continuar con la mayoría de los textos que vendrán de seguidas. La relectura de esa tesis, en especial la obligación de ver cómo requiere de las agregaciones y las rectificaciones sugeridas por el paso del tiempo y por la aparición de numerosas investigaciones posteriores sobre el período y sobre el tema que la ocuparon, desembocó en buena parte de los trabajos que se agrupan aquí.

Pero sucede algo curioso con lo escrito en esa tesis. Sin imaginar siquiera lo que vendría en materia de extralimitación, de basura y patrañas sobre la guerra contra España, sobre sus resultados y sobre la ilusoria necesidad de continuarla en nuestros días, su contenido estableció desde entonces una separación y una batalla frente a ellos debido a la fidelidad a una orientación metodológica que, en esencia, manifestaba alejamientos y repugnancias simplemente porque reaccionaba contra los adversarios naturales que ya existían: los libros de otros colegas demasiado entusiastas y los discursos de los políticos que pescaban en las aguas atrayentes de la epopeya. Como la manipulación de hoy es sólo la continuación de la manipulación fabricada ayer, aunque sin duda más atrevida y estrambótica, la continuidad del texto de 1971, llevada a cabo por cuotas desde 2009 y reunida en el presente volumen, está condenada a pelear con las interpretaciones abusivas e infundadas de hoy como peleó con las de hace treinta años.

En consecuencia, no se trata ahora de que un historiador aparece dispuesto a promover una cruzada contra la politiquería del régimen actual, empeñado en medrar de una gesta sucedida hace doscientos años, sino de que se deba producir necesariamente la colisión porque los pontífices de turno lo descubren como escollo pese a que está tranquilo en su lugar, haciendo desde hace tiempo lo que le corresponde, sin levantar su lanza contra nadie en particular sino contra el enjambre de las estupideces de siempre. Lo dicho no pretende ser un escudo, sino sólo una aclaratoria para que la tontera y el lugar común de la actualidad sepan que no se quiere perder el tiempo escribiendo expresamente contra ellos. Se sigue un familiar periplo que puede ser más abrupto ante el interés que ahora se pone en la fábrica de una memoria nueva, superficial y artificial, simple en extremo en la parcela de las simplezas, torpe como pocas en el mar de las torpezas, pero el itinerario de lo que tendrá ahora el lector entre sus manos sigue el compromiso de una trayectoria anterior.

Los ensayos que forman el libro son inéditos, con excepción del que aparece en primer lugar sobre la manera de cohabitar hoy con las estatuas de la insurgencia, que fue publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Todos parten del análisis de fuentes primarias y de la consulta de las bibliografías del caso, menos unas breves letras más livianas sobre la crisis de España cuya intención era la divulgación masiva para un manual colectivo que finalmente no se editó. Como trabajos dedicados a un solo objeto primordial, la Independencia de Venezuela, y pensados para su presentación en diversos encuentros entre historiadores del país y del resto del continente, o ante un auditorio de profesores y estudiantes de varias universidades; repiten o pueden repetir fuentes primarias o comentarios de tales fuentes debido a que, en principio, se pensaron como piezas sueltas de un intento parcial de reconstrucción que ahora se unifican en un solo conjunto. Para los efectos de la actual publicación se pudo evitar la reiteración, es decir, se pudo hacer la supresión de algunas de esas fuentes, citas y comentarios para facilitar la lectura y para no dejar un sabor de descuido ante el usuario, para que no se sorprendiera o se enfadara por leer después lo que leyó antes, pero se prefirió respetar la confección original de cada texto debido a que puede ser consultado a solas sin mirar a la fuerza los capítulos que lo acompañan.

Como la mayoría de trabajos anteriores, La Independencia a palos y otros ensayos circula gracias a la generosidad de Editorial Alfa, cuyos directivos no vacilaron en enviarlo con rapidez a la imprenta y en darlo a la estampa con el esmero que los caracteriza. Esta somera explicación concluye con la gratitud a quienes han acogido así el trabajo de quien no les ha correspondido con la puntualidad que merecen.

Caracas, 9 de julio de 2011

Notas

1. Rafael María Baralt y Ramón Díaz, Resumen de la Historia de Venezuela, desde el descubrimiento de su territorio por los castellanos en el siglo XV, hasta el año de 1797, Curazao, Imprenta de Bethencourt e Hijos, 1887, pp. 434-435.

2. Ibidem, p. 436.

3. Eduardo Blanco, Venezuela heroica, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1981, pp. XIX-XX.

4. Ibidem, pp. 5-6.

5. Ibid., p. 32.

6. Ibid., p. 16.

7. Andrés Bello, Resumen de la Historia de Venezuela. Citado por Orlando Araujo, «La economía venezolana en la época caraqueña de Andrés Bello», Bello y Caracas, Ediciones de la Casa de Bello, Caracas, 1979, pp. 58-59.

8. José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1961, pp. 73-74.

9. «Don Valentín Sierra para el Capitán General», Caracas, 21 de mayo de 1798, Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General, tomo CVIII, folio 324.

10. Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme, Caracas, Ediciones del Banco Central de Venezuela, 1960, p. 79.

11. J. Dauxion Lavaysse, Viaje a las islas de Trinidad, Tobago, la Margarita y diversas partes de Venezuela en la América meridional, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1960, pp. 288-289.

12. Citado por Luis Pellicer, La vivencia del honor en la Provincia de Venezuela (1774-1809), Caracas, Fundación Polar, p. 28.

13. «El procurador don Ramón Maucó, con poder de los vecinos distinguidos», Archivo General de la Nación, Ayuntamientos, t. XXXI, folios 124-125.

14. Ibidem, fol. 133.

15. Ibid., fol. 144.

16. «Proceso contra el Capitán de la Compañía de Morenos Francisco de Paula Camacho, por haber insultado y herido al Sargento Primero del mismo Batallón Pedro Nolasco Picón». Caracas, octubre de 1809. Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General, t. 97, fol. 193-196.

17. Ibid., fol. 204 vto.

18. Alejandro de Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Caracas, 1942, v. I, p. 289.

19. Ibid., p. 331.

20. Ibid., p. 334.

21. Francisco Depons, op. cit., pp. 84-85.

22. Ibid., pp. 85-86.

23. J. Dauxion Lavaysse, op. cit., p. 288.

24. Ibid., p. 259.

25. «Extracto de una noticia de la revolución que sirve de introducción a la historia de los padecimientos del Dr. Roscio, escrita por él mismo», Testimonios de la época emancipadora, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1959, pp. 147-148.

26. Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la Independencia de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1960, pp. 45-46.

27. Francisco Javier Yanes, Compendio de la historia de Venezuela, Caracas, Editorial Élite, 1944, pp. 108-109, 114-115.

28. J. Dauxion Lavaysse, op. cit., p. 215.

29. Idem.

30. Ver: Elías Pino Iturrieta, La mentalidad venezolana de la emancipación, Caracas, Eldorado Ediciones, 1991, pp. 41-44.

31. Ibidem, pp. 53-63.

32. Ibid., pp. 44-47.

33. Ibid., pp. 149-164.

34. Miguel José Sanz, «Informe sobre la educación pública durante la Colonia», Testimonios de la época emancipadora, p. 210.

35. Ibidem, p. 210.

36. Ibid., pp. 210-211.

37. Ver: Inés Quintero, La conjura de los mantuanos, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2002.

38. «De cómo ver las sesiones advertidas», Caracas, 1808, Archivo General de la Nación, Sección Diversos, t. LXVII, fol. 314.

39. Citado por Mario Briceño Iragorry, Casa León y su tiempo, Caracas, Edime, 1961, p. 135.

40. Ver: Elías Pino Iturrieta, Contra lujuria, castidad. Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano, Caracas, Ediciones Alfadil, 2004.

41. «Sesión del 2 de marzo de 1811». Congreso Constituyente de 1830, Caracas, Congreso de la República, Actas de los Congresos del Ciclo Bolivariano, t. I, p. 5, 1983. En adelante: Congreso.

42. Idem.

43. Ibidem, t. I, p. 13.

44. Ibid., t. I, p. 67.

45. Ibid., t. I, p. 69.

46. Ibid., t. I, p. 112.

47. Ibid., t. I, pp. 93-94.

48. Ibid. “Sesión del 3 de julio de 1811”, t. I, p. 115.

49. Ibid. «Sesión del 12 de julio de 1811», t. I, p. 28.

50. Ibid., t. I, pp. 38-39.

51. Ibid., t. II, p. 17.

52. Ibid., t. I, p. 201.

53. Ibid., t. I, p. 204.

54. Idem.

55. Ibidem, t. I, p. 205.

56. Ibid., t. I, p. 206.

57. Ibid., t. I, p. 207.

58. Ibid., t. I, p. 208.

59. Ibid., t. II, pp. 188-189.

60. Ibid., t. II, pp. 188-190.

61. Ibid., t. II, p. 347.

62. Ibid., t. I, p. 123.

63. Idem.

64. «Gazeta de Caracas, Nº 40, martes, 9 de julio de 1811». Gaceta de Caracas, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983, t. III.

65. «Acta de la Independencia» (5 julio de 1811), t. I, p. 273.

66. Idem.

67. «Acta…», t. I, p. 274.

68. Ibidem, t. I, pp. 274-275.

69. Actas del Congreso Constituyente de 1830, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1979, t. II, p. 22.

70. Idem.

71. Ibidem, p. 11.

72. «Alocución». Sociedad Económica de Amigos del País, Memorias y Estudios, Caracas, Ediciones del Banco Central de Venezuela, 1958, t. I, p. 29.

73. Venezuela heroica, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1981, pp. XIX-XX.

74. Ibidem, p. 16.

75. «Mis exequias a Bolívar», en Ha muerto el Libertador, Ildefonso Leal (compilador), Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1980, pp. 181-182.

76. «La Doctrina Liberal. Antonio Leocadio Guzmán», Pensamiento político venezolano del siglo XIX, Caracas, Presidencia de la República, Nº 6, t. II, 1961, pp. 358-359.

77. Fernando González, Mi compadre, Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1980, pp. 169-170.

78. «Ordenanzas», artículos 32, 34. Documentos relativos a la conspiración de Gual y España, recopilación por Pedro Grases, Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1956, p. 177.

79. Ver: Elías Pino Iturrieta, La mentalidad venezolana de la emancipación, Caracas, Eldorado Ediciones, 1991, primera parte.

80. José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1961, pp. 73-74.

81. Semanario de Caracas, Nº VIII, edición fascimilar, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1959, p. 60.

82. «Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla», Kingston, 6 de septiembre de 1815, Simón Bolívar, Doctrina del Libertador, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1976, p. 64.

83. Ver: Elías Pino Iturrieta, Fueros, civilización y ciudadanía, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2000, cap. I.

84. Ver: Blas Bruni Celli, «Los secuestros en la Guerra de la Independencia», Discursos de Incorporación, Academia Nacional de la Historia, t. 4, 1966, pp. 356-358.

85. Ver: Tomás Polanco Alcántara, José Antonio Páez, fundador de la república, Caracas, Cémex de Venezuela, 2000, pp. 94-95.

86. «Manual del colombiano o explicación de la ley natural», La doctrina liberal. Tomás Lander, Pensamiento político del siglo XIX. Materiales para su estudio. Caracas, Bicentenario del Libertador, 1983, t. 4, p. 72.

87. Ibidem, p. 81.

88. Ibid., p. 83.

89. «Congreso Constituyente de 1830. Sesión del día 8 de mayo». Actas del Congreso Constituyente de 1830 (en adelante: Actas), Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1979, t. I, p. 5.

90. Actas, «Sesión Secreta del día 7 de mayo», t. I, p. 5.

91. Citas textuales, tomadas de: Elías Pino Iturrieta, «Casos de continuidad y ruptura: la crisis de la Gran Colombia», La crisis estructural de las sociedades implantadas, Historia General de América Latina, Ediciones UNESCO, Edit. Trota, 2003, t. V, p. 174.

92. Idem.

93. Ibidem, p. 176.

94. Idem.

95. Idem.

96. Ver: José Ratto Ciarlo, Historia caraqueña del periodismo venezolano, Caracas, Ediciones del Cuatricentenario, 1967.

87. Ver: Elías Pino Iturrieta, «El pensamiento de Tomás Lander», Ideas y mentalidades de Venezuela, Caracas, Editorial Alfa, 2008.

98. Cita textual tomada de Pino Iturrieta, ibid., p. 240.

99. Idem.

100. Ibidem, pp. 240-241.

101. Ibid., p. 242.

102. La oligarquía y sus caudillos, Colección Bicentenario Nº 6, Caracas, Imprenta Nacional, 2011, pp. 6-7.

103. «Correspondencia de la Academia Nacional de la Historia al Presidente del Congreso Nacional, Dr. Godofredo González», Caracas, 17 de agosto de 1979, Actas, t. I, Apéndice.

104. Actas, «Sesión de 10 de mayo», t. I, p. 7.

105. Ibidem, «Sesión de 19 de mayo», t. I, p. 14.

106. Ibid., «Sesión de 21 de mayo», t. I, p. 15.

107. Idem.

108. Actas, «Sesión de 22 de mayo», t. I, pp. 15-16.

109. Ibidem, «Sesión de 17 de mayo», t. I, p. 12.

110. Ibid., «Sesión de 24 de mayo», t. I, pp. 16-17.

111. Ibid., t. I, p. 36.

112. Ver: Asdrúbal González, El antihéroe Pedro Carujo, Caracas, Planeta, 1990.

113. Actas, t. I, p. 39.

114. Ibid., t. I, p. 40.

115. Ibid., t. I, p. 32.

116. Ibid., t. I, pp. 60-61.

117. Ibid., t. I, p. 40.

118. «Dictamen del 2º Corregidor y anotaciones del Señor Secretario de Estado y despacho del Interior», Actas, t. I, p. 94.

119. Actas, t. I, p. 18.

120. Ibidem, I, 25.

121. Ibid., t. I, pp. 25-26.

122. Ibid., t. I, p. 32.

123. «Discurso del Ilustre Americano, general Antonio Guzmán Blanco, el 24 de junio de 1883». Este fragmento, como la mayoría de las fuentes primarias que aquí se manejan, provienen de Rafael Ramón Castellanos, Caracas en el Centenario del Libertador, Caracas, Congreso de la República, 1983, 2 v. Sólo se manejará dicha obra para la cita de documentos de la época, de los cuales hace el autor recopilación copiosa, sin detenerse, bajo ningún respecto, en la atención de sus análisis y comentarios. Ahora, v. I, p. 233.

124. Ibidem, t. I, p. 233.

125. «Palabras del Presidente del Congreso, Dr. Rojas Paúl, pronunciadas en Macuto en 25 de julio de 1883», ibid., t. I, pp. 290-291.

126. «Discurso del señor doctor Ezequiel María González», Macuto, 25 de julio de 1883, ibid., t. I, p. 118.

127. Ibid., p. 119.

128. «Discurso del señor general Mortón de Kératry», Macuto, 25 de julio de 1883, op. cit., t. I, pp. 121-122.

129. Ibid., t. I, pp. 250-251.

130. Op. cit., t. I, pp. 193-194.

131. Ver para este punto: Elías Pino Iturrieta, El divino Bolívar, Caracas, Editorial Alfa, 2010. Hay un análisis más extenso de la Exposición Nacional. Lo que se ha mostrado a vuelo de pájaro proviene de sus páginas.

132. «Homilía de Mons. Manuel Felipe Rodríguez», Catedral de Caracas, 23 de junio de 1883, op. cit., t. I, p. 212.

133. Ibid., t. I, p. 213.

134. Para mayores detalles, ver: El divino Bolívar, op. cit.

135. R.R. Castellanos, op. cit., t. I, p. 221.

136. Ver: E. Pino Iturrieta, Ideas y mentalidades de Venezuela, Caracas, Editorial Alfa, 2008.

137. Abundan los pormenores de tales actos en la obra de Castellanos aquí ampliamente utilizada en sus fuentes.

138. Ibid., t. I, pp. 225-226.

139. «Discurso del Contra-Almirante Cooper, el 31 de julio de 1883 en la plaza de Santa Teresa», op. cit., t. I, pp. 385-386.

140. Historia contemporánea de Venezuela, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1954, t. XII, p. 455.

Contenido
Explicación
I. La Independencia de Venezuela: propuestas para cohabitar con sus estatuas
Trascendencia y necesidad
Dos obras fundamentales
Seis proposiciones
II. La crisis de España, antesala de la Independencia venezolana
La Corona en problemas
Problemas con Napoleón
La América concernida
III. Los venezolanos que harán la Independencia, o que lucharán por evitarla
La afirmación del señorío
Las castas y el rey
Tradicionales y modernos
Abismos y presagios
IV. Abril de 1810: temporada de debutantes en Venezuela
Problemas con el suceso
Unos puntos previos
Detalles del Acta
Noticias elocuentes
Un primer alarde
V. La Independencia a palos
¿Son, o no son?
Fernando sí, Fernando no
Dudas van, dudas vienen
Problemas con el mapa
Una igualdad renuente
Nos queremos disculpar
VI. La divina Independencia
Comenzar de nuevo
La escritura del templo
Los primeros manoseos
Distancias y razones
Un inventario olvidado
La invención de Colombia
VII. Propiedad privada e Independencia política: una aproximación
Una reflexión superficial
Sanz y Bolívar
Los secuestros
Pedagogía de la propiedad
VIII. Bolívar en la Convención de Valencia
Voces del malestar
Las quejas de Venezuela
Pruebas de prejuicios
Contra el tirano
Presiones del contorno
Hacia un balance
IX. El Semi-Dios y su sucesor: aproximación al Centenario del natalicio de Bolívar
Él y yo
La prueba de las obras
La mano de Dios
Retórica y realidad
Bibliografía
Notas
Créditos

I. La Independencia de Venezuela: propuestas para cohabitar con sus estatuas

El estudio de la Independencia de Venezuela se caracteriza por la extralimitación. Tal vez el encomio exagerado de los pasos que conducen a la separación de España no sea exclusividad nacional, pero en el caso de los sucesos emprendidos por los caraqueños a partir de 1810 se advierte un entendimiento exagerado que aconseja el planteamiento de observaciones y sugerencias provenientes de la historiografía profesional, a ver si se aproximan a la misión casi imposible de colocar las cosas en un lugar plausible.

El hecho de que en las guerras de la época destaque un artífice como Simón Bolívar complica el panorama, pues el entendimiento de las obras del héroe de mayor trascendencia que haya nacido en el país refuerza la orientación a reconstruir una escena de gigantes capaz de resucitar en las vivencias de la posteridad. En las letras que ahora comienzan se acaricia la alternativa de sugerir entendimientos diversos del suceso y de sus protagonistas, tal vez esfuerzo baldío ante el empeño que pondrán los oficialismos en la conmemoración del Bicentenario de la gesta, pero compromiso con un trabajo que no debe responder a las campanadas usualmente atronadoras de los sacristanes de costumbre.

Trascendencia y necesidad

Pero lo que viene de seguidas no trata de escamotear los logros de entonces, sino sólo sugerir, desde la perspectiva de una historiografía capaz de reconstruir el pasado sin la injerencia de factores extraños, interpretaciones más apegadas a una realidad en la cual se han regodeado la retórica y la política hasta nuestros días. En consecuencia, se parte ahora de considerar el fenómeno dentro de la trascendencia que en sí mismo encierra.

La liquidación del imperio hispánico y la fundación de un mapa estable de repúblicas en la primera mitad del siglo XIX, cuando aún la topografía política de Occidente debe esperar para asentarse, es un hecho medular. La posibilidad de convertir en asunto concreto las ideas de la modernidad en un territorio dispuesto para una renovación, mientras el Antiguo Régimen pugna en Europa por el restablecimiento, obliga a un análisis diferente del mundo. La aparición de unos interlocutores flamantes y de mercados libres del control metropolitano mueve a otros usos en las relaciones internacionales. Los arquitectos del proceso, desconocidos al principio más allá de las fronteras lugareñas, se transforman en celebridades que han hecho morder el polvo a una de las potencias más influyentes del globo, o ascienden al poder en medio de grandes expectativas. Nadie puede negar una metamorfosis de tal magnitud, pero nadie puede tampoco oponerse a la necesidad de visitarla otra vez sin los prejuicios del observador incauto y entusiasta.

Tampoco debe escapar a nuestro entendimiento la búsqueda que se comienza a hacer de esos hechos cuando se estrena el Estado nacional, cuyos actores no encuentran mejor linterna para iniciar una ruta de incertidumbres. La república naciente, convertida en desierto por la inclemencia de la guerra, debe acudir al pasado próximo para sacar de sus hechos la fuerza necesaria en la inauguración del periplo. No puede mirar hacia más atrás porque luchó contra los antecedentes remotos. En la epopeya que acaba de terminar encuentra abono un sentimiento susceptible de unificar a la sociedad, mientras se transita de la pesadilla de los combates a la pesadilla de un contorno agobiado por las urgencias. La apología de esos paladines y de sus hazañas debe ayudar en el tránsito de una senda tortuosa. Un pueblo que al lograr su emancipación descubre que tiene un trabajo pendiente, pero que apenas posee las herramientas para realizarlo, siente que el tiempo transcurrido fue mejor. Un pueblo que deja de pelear contra el imperio para sacarse las tripas en casa le hace un monumento a quienes, según está dispuesto a jurar, cumplieron a cabalidad su cometido.

Hay suficientes elementos, pues, para entender las jaculatorias y el abandono crítico que comienzan a florecer cuando se apagan los humos de la contienda. Pero actualmente, distantes los sucesos y frente a problemas de entendimiento de una contemporaneidad cuyas urgencias no se remiendan con la reiteración de estereotipos en torno a una época dorada, conviene una apreciación diversa. Es lo que se procurará en adelante.

Dos obras fundamentales

Es abundante la bibliografía que estudia la Independencia desde una perspectiva apologética. La sola elaboración de su nómina sería trabajo de nunca acabar. Para los propósitos de ahora apenas se hará referencia a dos obras fundamentales, el Resumen de la Historia de Venezuela, escrito por Rafael María Baralt en 1842, y Venezuela heroica, de Eduardo Blanco, publicada en 1881.

El manual de Baralt es encargado por el presidente José Antonio Páez para que se convierta en memoria fundacional de la república, auspiciado por los altos poderes y promovido como brújula por los hombres que han saltado de los campos de batalla a la batuta del Estado nacional. El texto de Blanco forma parte de los homenajes patrióticos que promueve el presidente Antonio Guzmán Blanco, quien orquesta la apoteosis del Centenario del Libertador y se proclama como heredero de las glorias de un semidiós que vuelve de la tumba para iluminar a los hijos descarriados. Unas letras de encargo para la iniciación republicana y un ditirambo que gozará del favor de los lectores hasta llegar a la celebridad, como se puede constatar en la sucesión de numerosas ediciones, pueden resumir la tendencia que ha distorsionado el estudio de nuestro asunto y sobre cuyos resultados se sugerirá un análisis diverso.

Para una apreciación del texto de Baralt puede servir ahora la cita de unos fragmentos sobre el legado de la cultura española. Así, por ejemplo:

«[…] se veía con asombro convertida la América en un gran pueblo sin tradiciones, sin vínculos filiales, sin apego a sus mayores, obediente sólo por hábito e impotencia. ¿De qué provenía en Venezuela tan extraña novedad? […] De la incomunicación casi absoluta en que por mucho tiempo estuvo […] con todo el mundo, y aun con la metrópoli; incomunicación que produjo a un tiempo el efecto de conservar sin mezclas extranjeras las costumbres, y el de borrar los recuerdos españoles en el suelo de sus conquistas […] Otra causa de ello fue la falta de instrucción general, y muy particularmente la del cultivo de las bellas letras. En Venezuela no existió nunca una clase en donde se enseñaran la historia de España y su literatura, y aun a fines del siglo XVIII, cuando el comercio y la educación pública habían recibido mayor ensanche, las primeras ideas de los naturales acerca de las humanidades las aprendieron en libros extranjeros[1].»

Otro elocuente fragmento:

«Por otra parte, los colonos de raza europea no tuvieron relaciones con el pueblo conquistado: este, mantenido en tutela y despreciado, continuó siendo extranjero para la nueva sociedad. Por lo que hace a sí mismos, miraron con igual indiferencia las membranzas del país de su origen y las de aquel en que nacieron: su historia monótona, tan diversa de los cuadros amenos y variados de las colonias antiguas, no era conocida; y en sus dulces y enervados climas, donde la igualdad de las estaciones hace imperceptible el camino de la vida, gozaron y olvidaron sin dedicar un pensamiento al porvenir, ni una mirada a los pasados tiempos. Por esto y por no haber tenido un vecino poderoso y sabio que le sirviese de maestro, ni existencia política, ni parte alguna en las agitaciones del mundo, vino a componerse en Venezuela de criollos indolentes, de indios embrutecidos y de otras clases, cuyos únicos recuerdos se ligaban con una cadena de sufrimientos a la servidumbre[2].»

Eduardo Blanco, por su parte, hace una serie de presentaciones titánicas de la Independencia, en las cuales la naturaleza se mezcla con sorprendentes desafíos, como aquellos que puede recoger un viajero con sólo pernoctar en el Olimpo. A­parecen cuando el autor habla de los antecedentes del proceso. Los factores susceptibles de conducir a la separación de España se transforman en un arrebato que preludia la aparición de lapitas, monstruos y centauros. Escribe:

«De súbito, un grito más poderoso aun que los rugidos de la tempestad, un sacudimiento más intenso que las violentas palpitaciones de los Andes, recorre el Continente; y una palabra mágica, secreto de los siglos, incomprensible para la multitud, aunque propicia a Dios, se pronuncia a la faz del león terrible, guardián de las conquistas de Castilla. El viento la arrebata y la lleva en sus alas al través del espacio como un globo de fuego que ilumina y espanta. Despiertan los dormidos ecos de nuestras montañas, y cual centinelas que se alertan, la repiten en coro: las llanuras la cantan en sus palmas flexibles: los ríos la murmuran en sus rápidas ondas: y el mar, su símbolo, la recoge y envuelve entre blancas espumas, y va a arrojarla luego, como reto de muerte, en las playas que un día dejó Colón para encontrar el mundo […] Al grito de libertad que el viento lleva del uno al otro extremo de Venezuela, con la eléctrica vibración de un toque de rebato, todo se conmueve y palpita; la naturaleza misma padece estremecimientos espantosos; los ríos se desbordan e invaden las llanuras; ruge el jaguar en la caverna; los espíritus se inflaman como al contacto de una llama invisible; y aquel pueblo incipiente, tímido, medroso, nutrido con el funesto pan de las preocupaciones, sin ideal soñado, sin anales, sin ejemplos; tan esclavo de la ignorancia como de su inmutable soberano; rebaño más que un pueblo […] transformóse en un día en un pueblo de héroes. Una idea lo inflamó: la emancipación del cautiverio. Una sola inspiración lo convirtió en gigante: la libertad[3].»